Los peores ejemplos de sociedades y familias arruinadas que podamos encontrar allende fronteras, tienen vínculos con el consumo de drogas, tanto en sus expresiones más naturales como en los modernos compuestos sintéticos que imitan los principios activos de los tradicionales, pero sus efectos son más tóxicos.
En esos espejos debemos mirarnos y hacer todo lo humanamente posible, insisto, para evitar que se arraiguen en Cuba; para suerte nuestra tenemos uno de los países más estructurados socialmente y eso debe ser útil también para articular el esfuerzo colectivo y que NO prolifere el tráfico y consumo de narcóticos.
Si utilizo frases como “evitar que se arraiguen” y “NO prolifere” es porque se reporta en nuestra sociedad un aumento de la presencia de esas sustancias, lo que por sí solo constituye una alerta, de hecho, ya se hace muchísimo para enfrentarlo, pero nunca será suficiente contra semejante problema.
La principal complejidad en la lucha contra las drogas es que son adolescentes y jóvenes los más vulnerables y susceptibles de ser convencidos para “probar”, pero una probada puede atar un lazo de acero a la vida de esas personas y a sus familias; las propiedades químicas y los efectos psicotrópicos de esas sustancias las hacen adictivas, lo que convierte al consumidor en dependiente de sus efectos.
Una de las cualidades de adolescentes y jóvenes es la necesidad de integrarse a grupos sociales cada vez más complejos, los adolescentes consideran que saben, pero no es así y los jóvenes están ávidos de demostrar sus capacidades para ser independientes, y si no tienen una guía certera, son proclives de tomar decisiones equivocadas.
Ante tal escenario las familias y la sociedad juegan un gran papel en la orientación oportuna, en la corrección de conductas inadecuadas, en el acompañamiento ante necesidades y problemas difíciles de resolver en el contexto económico que vivimos.
Algo que sería iluso soslayar, cuando se habla de consumo de drogas, es el contexto de crisis económica y perdida de valores, el que sirve de caldo de cultivo a las actitudes de sin el menor reparo venden, promueven, suministran las drogas, sin pensar en las familias y personas que destruirán para enriquecerse con un negocio muy rentable porque lucra con la vida ajena.
Sin contar que el tráfico y consumo de drogas trae aparejado un mazo de tipicidades delictivas y males asociados como la violencia, el suicidio, la tenencia de armas, robo, vandalismo entre otros fenómenos, que expresan el deterioro moral y materias de unos y la facilidad para enriquecerse, de otros.
Por eso no debe haber la menor contemplación con quienes se dedique a tan pérfido asunto en una sociedad como la nuestra, que lucha a brazo partido para salir adelante por encima de dificultades externas y errores que habremos podido cometer en el afán de hacerlo mejor.
Luchar contra el flagelo de las drogas es de todos, insisto en ello en detrimento de la elegancia de mi texto, porque todos sufriríamos los efectos de tan mortal enemigo, sino fuéramos a la primera línea de combate.