El agramontino es hombre de vergüenza, y para Cuba seguirá siendo un grande, por la historia escrita, por su calidad en el ring y por la fidelidad a su pueblo, es uno de los templos sagrados del movimiento deportivo del país. El capitán de los boxeadores sabrá tomar ahora su impronta de líder, para que su escuadra siga adelante, porque así son los que no se rinden, y él es uno de ellos.
Así le habló el Primer Secretario del Comité Central del Partido y Presidente de la Republica, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, en x: «¡Arriba, campeón! En el deporte, como en la vida, se gana y se pierde. Mucha gloria has regalado a Cuba: dos títulos olímpicos y cinco mundiales. A reponerse pronto y a continuar apoyando a tus compañeros de equipo y al resto de la delegación. ¡Un abrazo, capitán!».
Su combate con Loren Berto Alfonso fue de esos pleitos que no gustan a la afición, porque son de pocos golpes. Como se esperaba, fue de una rigidez táctica por ambos púgiles, buscando cada uno vencer con su esgrima boxística.
En el primer asalto, La Cruz logró el objetivo, no solo por golpear más y mejor, sino porque su trabajo con la distancia le permitió esa efectividad, al tiempo que lo mantuvo certero en la defensa, a fin de no recibir. Con ese aval se llevó el veredicto favorable de cuatro de los cinco imparciales.
Pero en el segundo, si bien el adversario, cubano como él, en representación de Azerbaiyán, no alcanzó a pegar como lo hizo el camagüeyano en el asalto inicial, sí tomó la iniciativa y adelantó en las tarjetas de los jueces, aun cuando, al concluir esa manga intermedia, Julio continuaba con una pequeña ventaja: dos oficiales lo veían delante, otros dos empatado y uno perdiendo.
A nuestro juicio, fue el tercer y último round el que decidió el combate, pues La Cruz dejó de ser él. La buena labor en la distancia del primer parcial se esfumó; por lo tanto, su arma esencial, el contragolpe, tampoco existió, abriéndole su anatomía a los pocos, pero efectivos y rápidos golpes de su oponente, quien fue justo ganador.
Alfonso, quien tiene en su haber un título mundial, otro de subcampeón, el bronce olímpico y la corona de Europa, dijo que «esta victoria es la más importante. Julio César es el mejor del mundo, es mi ídolo y lo seguirá siendo..., y le he ganado, por demás, en el día de mi cumpleaños».
Sobre sus palabras, Díaz-Canel las catalogó de «honestas, dignas y conmovedoras. Una emigración, respetuosa de la Patria que lo formó, merece reconocimiento. Cuba también va en su triunfo, aunque cuente para la hermana Azerbaiyán».
Él y su entrenador, el también cubano Peter Roque, afirmaron que «lo que vimos fue el triunfo de la escuela cubana de boxeo. Dos grandes peleadores, pero solo uno podía ganar. Cualquiera fuera el resultado, de un lado o de otro, había una sola ganadora: Cuba», afirmó Roque.
Rolando Acebal, entrenador de la Mayor de las Antillas, cree que el segundo round fue decisivo en el desenlace, y también destacó a Alfonso y a su preparador. «Son dos boxeadores de contragolpe, de estilos parecidos, y por eso el combate fue tan reñido».
Un día antes, uno que se estrenaba en Juegos Olímpicos había logrado su primera victoria en estas lides y la primera de Cuba aquí. Erislandy Álvarez ganó, en poco más de tres minutos (por rsc), en el segundo asalto, a John Ume, de Papúa Nueva Guinea.
«Tenía una gran responsabilidad, ser el primero de nuestro equipo en subir al ring, y eso me tenía algo tenso, pero no dudé jamás de la preparación que hemos realizado», dijo.
«Primero, estaba seguro de venir a París, y ahora no tengo otra cosa en mente que ganar cada pelea».
Dicho así, entonces Álvarez tiene en mente el título olímpico. «Podemos lograrlo o no, pero mis compañeros y yo hemos venido con ese propósito, y para ello lo más importante es el combate del día, sea cual sea el nivel de los contrarios», aseguró.
«Estoy muy orgulloso de pertenecer al equipo Cuba de boxeo, estar al lado de un líder como lo es Julio César La Cruz. Es algo que solo el que está dentro y el que ama este deporte, sabe cuánto significa», expresó.