En su libro La Sierra Maestra y más allá, relataría sobre esa acción el Comandante de la Revolución Juan Almeida Bosque:
“El cuartel está bien fortificado, con trincheras que se comunican por dentro como una cueva de hurones y casamatas en todas las esquinas que lo hacen casi invulnerable. Lo hostigaremos para obligarlos a pedir refuerzo, que es el principal objetivo del ataque”.
En el tramo entre el cuartel y la Carretera Central, se había situado una emboscada que interceptaría cualquier refuerzo que llegara desde Palma Soriano o Santiago de Cuba.
(…) “Fuimos recibidos – relata Almeida- con fuego cerrado, como si nos estuvieran esperando. Los soldados resisten, no dan muestras de debilitamiento. Cada tropa aislada lucha por su cuenta para no morir, la del cuartel resistía, aferrándose con ello a la vida.
“Pasadas algunas horas, en una nave de café cerca del cuartel, se produce un incendio. Cuando coge fuerza, su resplandor ilumina el área. En ese momento se mueve el Capitán Roberto Ramírez con sus hombres, para mejorar la posición. El enemigo concentra el fuego sobre ellos. Cae herido el bravo capitán, abonando con su sangre la tierra en que momentos después deja la vida”.
En los primeros momentos hubo desconcierto en la tropa. Así lo narra el jefe del Tercer Frente Oriental. “¡Mataron al capitán! Corre la voz con un sentimiento de sorpresa, dolor y temor, porque siempre pensamos y creemos que nuestros hombres son invulnerables. Como los hemos visto en los combates moverse entre las balas con desprecio por la vida, sin ser tocados por ellas, entonces pensamos que siempre será así y no nos acostumbramos a la pérdida en combate de queridos compañeros como este”.
Luego la reacción, el reinicio, con mayores bríos, del combate, hasta que, al reconocer la imposibilidad de tomar el cuartel, se ordena la retirada, no sin antes rescatar el cadáver del heroico capitán, ascendido póstumamente al grado de Comandante muerto en campaña al ser sepultado en el cementerio de Ramón de Guaninao. En ese combate cayeron también los guerrilleros Esteban Manso y Juan Macklaw Lotti, sepultados junto a su jefe.
Roberto Ramírez Delgado había nacido el 13 de junio de 1937, en el seno de una familia humilde, en Niquero, actual provincia de Granma. Su padre, Baldoinio, obrero azucarero; la madre, Elena, ama de casa.
En fecha temprana de la lucha guerrillera, el 14 de junio de 1957, se incorpora a la Columna 1, bajo el mando del Comandante en Jefe Fidel Castro.
Cuando en la Sierra Maestra se crea la Columna 4, primera desprendida de la Columna central, al mando del Comandante Ernesto Che Guevara, entre sus combatientes figura Roberto, quien participa en los combates de Bueycito, El Hombrito, Mar Verde del Turquino, Pino del Agua, Chapala, Altos de Conrado, segundo ataque a Pino del Agua, y fue ascendido, en febrero de 1958, al grado de Teniente.
En marzo de 1958, forma parte de la Columna 3 Santiago de Cuba, que bajo el mando del Comandante Juan Almeida fundó el Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, participando en las acciones de la Refinería, El Cobre, Charco Mono, Puerto de Moya y Arroyo Blanco.
Al producirse, en mayo de 1958, la ofensiva de la tiranía contra el Ejército Rebelde en la Sierra Maestra, Roberto pasa, bajo las órdenes del entonces capitán Guillermo García, a integrar las fuerzas que enfrentarían y derrotarían esa ofensiva.
La bravura de Roberto y el desarrollo de sus cualidades como jefe, se confirmarían en nuevas acciones como Loma de la Estrella, Santo Domingo, El Salto, El Jigüe, segundo combate de Santo Domingo, Providencia, El Jobal, La Herradura y El Cacao.
En agosto de 1958, sus méritos combativos y cualidades personales habían avalado su ascenso a capitán del Ejército Rebelde.
Hoy en su Niquero natal, el central azucarero en el cual trabajó su padre se honra con su nombre. Sus restos descansan en el Mausoleo de los Héroes caídos en el Tercer Frente Oriental Dr. Mario Muñoz Monroy, donde son venerados por nuestro pueblo no por el dolor de su muerte, sino por el ejemplo de su vida. Con la sangre de hombres como Roberto Ramírez Delgado, está cimentada la obra redentora de la Revolución cubana.