Ya dijimos, en un relato anterior, que los soldados rebeldes estaban motivados por la moral; véase lo que movía a los soldados de la tiranía. Eso fundamente la victoria de los primeros y la derrota de los segundos.
“Ahora viene la parte que quería contarles a ustedes, me dicen hay que hablarles a la masa de soldados, sargentos y al resto de los oficiales, y les digo ¿Dónde están? Dicen que en el polígono. Bajamos, y allí debajo de la bandera del 26 de julio y desde ese mismo balcón, sin micrófono, a capela, empecé a hablarles, decirles algo parecido a lo que les dije a los oficiales, adaptado en este caso para soldados, sargentos y demás oficiales que constantemente me interrumpían diciendo: ¡Gerolán, Gerolán! “Y todos así, armados todos: ¡Gerolán, Gerolán!
“Me viro hacia uno de los oficiales de Batista y le digo: ¿Qué es lo que es Gerolán? Y dice no sé, me viro a otro, nadie sabe lo que es Gerolán, hasta que agarro a uno por el pecho: ¿Qué es lo que es el Gerolán ese? Era un teniente, nadie me decía, y se apareció uno: “mire, comandante, el Gerolán es el plus que le pagan por estar en campaña, creo que eran veinticinco o treinta pesos, y los jefes se lo roban y no se los han pagado”. “Digo, ¡ah! Está bien. Me vuelvo y les digo: mañana tendrán Gerolán todo el mundo, oh, oh… Era y es muy difícil reflejar esto. ¡Si yo fuera escritor! Lo que eso representaba.
“Se estaba acabando el mundo, el mundo de ellos, por supuesto, el pueblo en la calle que a veces ni me dejaban atravesar cuando venía, yo vine con el jefe del ejército de aquí, cuando vine del Escandel y el jefe de la policía, que más tarde hubo que juzgarlo por asesino, y aquella gente hablando de su Gerolán”.
El tal Gerolán era un jarabe vitamínico que en esa época se vendía en Cuba, al cual se le atribuía forjador de una “energía extra” a quienes lo consumían.