A pesar de las fuerzas desiguales, tal acción llena de valentía y audacia en apoyo a la campaña insurreccional abierta en la Sierra Maestra, colocó a la Perla del Sur en el centro del corazón de la Patria, aunque no logró sus objetivos tácticos.
Fue una jornada en que perdieron la vida valiosos hijos de esa tierra, por lo que recordarla es una acción de memoria sagrada.
Como un combate verdaderamente resuelto y heroico la valoró Fidel años más tarde.
Respondió a la creciente toma de conciencia del pueblo cubano acerca de que la lucha frontal era ya en aquellos tiempos la vía de alcanzar la justicia más idónea dentro del territorio nacional, con el espíritu de los que combatían ya desde fines de 1956 en las montañas orientales.
El asalto realizado en Cienfuegos continúa lleno de gloria al cabo de tantos años. En cada aniversario los hijos de esos dominios peregrinan desde el Parque José Martí hasta el cementerio donde reposan los restos de los héroes masacrados por la dictadura, partícipes en el ataque.
La insurgencia tomó Cayo Loco y otros enclaves de una urbe que, enardecida, tuvo el coraje de desafiar al poder corrupto y asesino, y respaldarlos en aleccionadora jornada de luz y de entrega en la que su población vivió 24 horas sintiendo libertad plena.
Lo que representó un instante dentro del tiempo reveló a los compatriotas cuán firme era la decisión de lucha que se forjaba en la juventud y el pueblo cubano de nuevo en esos tiempos.
Era de esperar y sucedió: los alzados y sus seguidores no pudieron enfrentar la brutal embestida de una fuerza armada bien dotada, apoyada por superiores recursos en hombres y armamentos, más su crueldad criminal.
La represión batistiana ocasionó decenas de muertos, heridos y mutilados en su afán de abortar la acción, pero nunca imaginó que el acto de rebeldía era en sí mismo una victoria moral de incalculable valor que alcanzaría resonancia en todo el país.
No obstante, sorprendieron al dictador, quien hizo de todo por diezmar, golpear y desarticular al M-26-7 y sus acercamientos a otras fuerzas progresistas en la también llamada Perla del Sur, y esto más tarde se hizo sentir.
Se había concebido por parte de los revolucionarios que la maniobra del territorio centro-sureño formara parte de una cadena de insubordinaciones previstas a nivel nacional, que incluían asaltos al Palacio Presidencial y Estado Mayor de la Marina de Guerra en La Habana, y combates en Santiago de Cuba.
La envergadura de tal plan demandaba más tiempo de preparación y solo los implicados en este último punto -Cienfuegos- no pudieron recibir la orden de posposición del alzamiento y la ejecutaron, según la fecha antes acordada, 5 de septiembre.
Inicialmente se aspiraba a cumplir la acción en abril, luego se precisó el 28 de mayo. Sin embargo, hubo que aplazarla, primero por fallas técnicas y luego por delaciones que añadían peligros a la vida de sus ya arriesgados participantes y la eficacia del propio emprendimiento combativo.
Julio Camacho Aguilera, entonces designado jefe militar de un grupo de oficiales en esa localidad, se encontraba al frente de esa audaz iniciativa que perseguía tomar la ciudad en pleno, además de la policía marítima, las estaciones de radio y comunicación y el cuartel de la Guardia Rural.
Hubo logros en la toma de sitios claves en una brega que duró casi todo el día. Y pudo disfrutarse la dicha de ver la urbe en manos de genuinos patriotas.
Fidel, en el discurso por el XX aniversario de este levantamiento, afirmó:
“Nadie es capaz de imaginarse la extraordinaria ayuda que habría significado para los combatientes de la Sierra Maestra el alzamiento programado para el 28 de mayo y la apertura de un segundo frente guerrillero en las montañas del Escambray.
“(…) el hecho del levantamiento de Cienfuegos significó un aliento moral extraordinario para los combatientes de la Sierra Maestra. Ya la tiranía no podía continuar hablando de la unidad de sus fuerzas armadas. Es conveniente señalar que este fenómeno que se produce en Cienfuegos es sumamente interesante, porque indiscutiblemente que la tiranía se mantenía apoyada en las fuerzas armadas.
“No pudimos mantener entonces el Cayo, no pudimos mantener el Colegio San Lorenzo, ni el Ayuntamiento, ni el parque Martí, ni la ciudad…No lo tomamos entonces, pero lo tomamos después, y lo tiene nuestro pueblo ahora definitivamente y para siempre. Y hoy somos dueños de nuestra Patria, no solo porque supimos conquistarla, sino porque supimos también defenderla digna y heroicamente”, sentenció el Líder cubano.
Al filo de la medianoche los revolucionarios, castigados por la carencia de municiones y el agotamiento, concluyeron sus combates. Y ocurrió lo previsible. Los esperaba una ola de torturas, asesinatos y persecuciones muy al estilo bárbaro de un tirano que llenaba de luto al país, mientras se enriquecía al calor del entreguismo al capital foráneo y a la oligarquía.
Pero la libertad inspiradora de tal sacrificio llegó finalmente con la aurora de enero de 1959. Cienfuegos y Cuba no olvidan a sus mejores hijos, inmolados el 5 de septiembre de 1957. En muchos lugares de la localidad que mira serena al Caribe recuerdan la acción, como el antiguo Colegio de San Lorenzo, uno de los escenarios principales, hoy llamado Escuela Secundaria Básica “5 de Septiembre”.