Muchos, al hacer un recuento de la obra más grande de la Revolución cubana y de su eterno Comandante en Jefe, mencionan la libertad conquistada, el cumplimiento del programa del Moncada en la salud, la educación, la tierra, la industrialización, el empleo, la vivienda y la justicia social.
Pero hay una obra más grande, sin la cual no habrían sido posible las demás; la creación de un pueblo heroico, patriótico, capaz de defenderse, de crear, de sacrificarse, de combatir sin descanso. Un pueblo socialista, internacionalista y antiimperialista.
Este es el pueblo que vibró ahora junto a Raúl y el legado de Fidel de que vivimos en un país libre que nos legaron nuestros padres y que primero se hundirá la Isla en el mar antes que consintamos en ser esclavos de nadie.
Siempre así, con el pie sobre el estribo, el machete mambí y el fusil guerrillero en ristre. Con los gritos de ¡Independencia o Muerte!, ¡Libertad o Muerte!, y ¡Patria o Muerte!, abrazados eternamente en el combate y la victoria.