Porque son ellos los que desde muy temprano en la mañana reciben y educan a cientos de miles de pequeños y jóvenes, responsables de enseñarlos a leer, a escribir, a formarlos como hombres y mujeres de bien, educadores que a pesar del transcurso de los años son recordados de generación en generación.
Vienen a mi mente disímiles rostros, algunos con los que he me mantenido en contacto, y a otros, a pesar de no haberlos visto nunca más, algunos que ya no nos acompañan físicamente, pero continúan en el corazón de muchos de los que como yo, recibieron cariño, educación, y un abrazo oportuno.
Recuerdo con especial cariño a la maestra María de preescolar y Zoilán en primer grado de la Rodolfo Mederos, y la seño Yolanda de tercer grado en la escuela Carlos Manuel de Céspedes, tan dulce y recta a la vez, y así puedo continuar mencionando a todas las que de una forma u otra fueron partícipe de mi formación y desarrollo profesional y personal.
No puedo dejar de mencionar a Alicia, María Antonia, María Caraballo, el profe Javier y su esposa, Virginia, Amalia y otros, muchos que se ganaron un lugar especial en el corazón de todos los que tuvieron el honor de ser sus alumnos, de los que guardamos anécdotas para reír y otras tan educativas que nos servirán para toda la vida.
A todos, a todos los que transitan por ese mundo tan bello que es el magisterio, muchísimas felicidades, ayer, hoy, y todos los días. Para ustedes el agradecimiento eterno, a los que formaron parte de la instrucción de brillantes profesionales, y a los que hoy tienen la responsabilidad de recibir a nuestros niños y niñas.
Gracias, gracias, gracias, por formar parte de las familias cubanas, por hacer de las aulas uno de los lugares más hermosos e importantes en la vida de cada estudiante.