Santiago de Cuba,

El 4F: la reivindicación del pueblo venezolano

04 February 2025 Escrito por  Periódico Granma

En lo más alto de una meseta de mil metros, un joven patriota militar se ajusta la boina roja. La pone de lado, para que le cubra la mitad de la frente, como la usan los paracaidistas cuando están en combate.

Mientras sopla el cálido viento de inicio de año en Caracas, observa con detenimiento el Palacio de Gobierno, a solo un par kilómetros. Desde ese día, 4 de febrero de 1992 –y para siempre–, su mirada se mantendría fija hacia Miraflores, hacia su pueblo, pues iniciaba la sublevación militar más grande de la Venezuela del siglo xx.

Hay tanques, fusiles, granadas. El humo de la pólvora se apodera de la ciudad que, estremecida por el caos, escucha un nombre, un responsable, y comienza a repetirlo, no en susurro, sino a viva voz.

La Operación Ezequiel Zamora se planeó con tres puntos clave: la sorpresa, el ascenso imparable de las tropas patriotas, y la concentración de fuerzas en puntos estratégicos, como el Museo Histórico Militar, adonde había llegado el Comandante de un batallón del Regimiento de Paracaidistas de Maracay.

Fue él quien asumió «la responsabilidad de este movimiento militar bolivariano» que, aunque no logró cumplir en el momento los objetivos «trazados a nivel nacional», lejos de ser una derrota, fue un mensaje de esperanza para los venezolanos.

Más de tres décadas después, desde la misma cima dominante, el joven militar devenido en hombre de pueblo, Comandante eterno, observa su utopía libertaria convertida en realidad.

En el Cuartel de la Montaña 4f descansa –en su siembra– Hugo Chávez, conductor de la Revolución Bolivariana; artífice, junto a Fidel, de la unidad latinoamericana. Por eso, nada más llegar, un Bosque de Banderas, con los 33 estandartes de la Celac, escoltan a los invitados hacia la entrada.

Y allí, al frente, inapagable, mirando a Caracas, la Llama Patria. Muy cerca está el cañón que a las 4:25 de cada tarde dispara una salva, justo a la hora en la que el arañero de Sabaneta se despidió de su gente.

Cuatro húsares de la independencia custodian la urna del líder, erigida sobre la Flor de los Elementos. Vigilan su reposo los pilares del Árbol de las tres raíces: Simón Bolívar, Ezequiel Zamora y Simón Rodríguez.

Ocho salas componen la edificación. La más joven, inaugurada el 14 de diciembre de 2024, habla del primer abrazo. En paredes, techo, piso, noticias impresas evocan el vínculo irrompible entre dos naciones que han sabido sellar su hermandad: Venezuela y Cuba.

La historia contemporánea de esta nación encontró allí un pedacito. Le da la mano el mestizaje a la lucha y parece que este terruño abre sus recuerdos para que nadie, ni de adentro ni de afuera, obvie el lugar que se ha ganado. No hay resquicio por el que pueda entrar el olvido. Este pueblo sabe narrar sus hazañas y heridas.

El sagrado recinto susurra a voces, y en imágenes que parecen cobrar vida, pasajes de aquel que entendió el dolor de su país: un chinchorro, un radio, una bicicleta, un guante de beisbol, los manuscritos de un estratega, su fusil de cadete, su sable de Alférez. Están también el uniforme, la fornitura, la pistolera, las botas y la boina roja de paracaidista que usó Chávez aquel 4 de febrero, cuando comenzó a reivindicar la dignidad del pueblo venezolano.

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