El primer ministro, Benjamín Netanyahu, ha informado que está listo el plan para «una gran operación terrestre contra Rafah, en la Franja de Gaza.
«Nada nos detendrá, ni siquiera Estados Unidos», ha advertido, sin que importe para nada que en esa zona del territorio palestino, fronteriza con Egipto, se refugia un millón y medio de personas, mujeres y niños en su mayoría, desplazados de otras áreas de Gaza, ya destruidas totalmente.
En medio de esta expresión extrema del sionismo, el Gobierno de Estados Unidos ha informado que enviará bombas y aviones caza de guerra a Tel Aviv, por valor de miles de millones de dólares.
No es de extrañar entonces que Netanyahu se sienta totalmente protegido militarmente por el Gobierno que solo escenificó la pantomima de la «abstención», cuando se votó en la onu la Resolución del Consejo de Seguridad para el cese el fuego.
En este contexto, el congresista republicano por el estado de Michigan, Tim Walberg, sugirió que su país debe «lanzar una bomba atómica en Gaza, como se hizo en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki», para, según él, acabar con la guerra».
En otro desafío a la comunidad internacional, la aviación de Israel atacó con misiles un barrio en la capital siria, donde se encuentra la Embajada de Irán. Varios edificios cercanos resultaron gravemente dañados, mientras que la sede del Consulado iraní quedó destruida.
Como consecuencia del ataque, al menos seis personas murieron, entre ellos Mohammad Reza Zahedi, alto comandante de una unidad de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, y el general Haji Rahimi, adjunto de Reza Zahedi.
La República Islámica de Irán ha declarado que, «reservándose el derecho de tomar contramedidas, decidirá el tipo de reacción y castigo al agresor».