Santiago de Cuba,

José Maceo y la profecía del Titán de Bronce

03 July 2023 Escrito por  Jorge Wejebe Cobo

La valentía, la entereza para enfrentar las más difíciles circunstancias y la intransigencia ante las peores condiciones impuestas por el enemigo tanto en el campo de batalla como en las prisiones colonialistas, caracterizaron al Mayor General del Ejército Libertador José Maceo, quien cayó mortalmente herido de un balazo en el cráneo y otro en el pecho el cinco de julio de 1896 en Loma del Gato, en las cercanías de Santiago de Cuba.

En una de las acciones durante la Guerra Necesaria (1895-1898) ordenó a parte de su tropa dirigirse hacia ese montículo, y al no generalizarse el combate partió al frente de su escolta a explorar la zona y fue alcanzado por el fuego enemigo. A las 3 y 20 de la tarde de ese día murió.

Estudiosos de la vida y el legado histórico del corajudo mambí destacan su participación en las tres guerras por la independencia de Cuba en el siglo XIX, su fidelidad, patriotismo, disciplina, rectitud, profundo humanismo, valor admirable, pero además la sensibilidad hacia las artes, en particular la música, que lo condujo a acompañarse en operaciones militares por una banda con la que también fustigó a las fuerzas españolas.

Con solo 19 años se incorporó a la Guerra de los Diez Años, junto a tres de sus hermanos y su padre Marcos Maceo. Sobresalió por sus dotes como jefe militar que le permitieron acumular una extensa hoja de servicios, la cual avaló su ascenso hasta alcanzar el grado de Mayor General, recibido de las manos de José Martí y Máximo Gómez.

Había nacido el 2 de febrero de 1849, en Santiago de Cuba, y tuvo como entorno la finca familiar de Majaguabo, donde su progenitor le enseñó el arte del combate al machete, y se hizo además experto jinete y certero tirador.

Mariana Grajales, la excepcional madre y el padre inculcaron a sus descendientes altos valores éticos, de amor filial, honradez acrisolada, dedicación al trabajo, valentía, solidaridad y sobre todo un profundo sentimiento antiesclavista e independentista para la Patria colonizada.

Libró más de 400 acciones militares en las tres guerras de independencia, guiado por sus ideas patrióticas inculcadas desde la niñez. Tenía un gran don de mando y ascendencia en sus soldados que lo querían y lo llamaban el León de Oriente.

“Vivo por José”, así solía decir Antonio Maceo sobre su hermano y no exageraba. En agosto de 1877 fue herido en combate de siete disparos y solo pudo sobrevivir porque José lo acompañó como jefe de su escolta durante los cuatro meses que duró su recuperación bajo la constante persecución de fuerzas españolas.

El llamado León de Oriente se destacó por su agresividad contra el enemigo, tal como demostró en los combates victoriosos de La Curia, Maibío, Sagua de Tánamo, Altos de Ampudía y en las acciones de Cauto Abajo, Altos de Santiago y El Caney, entre otras acciones

Después de culminada la Guerra de los Diez Años, por el Pacto del Zanjón al cual se opuso junto a su hermano Antonio, en la Protesta de Baraguá, se alzó en armas en la Guerra Chiquita y después de su fracaso sufrió el exilio y la prisión en cárceles colonialistas en España y África, de donde logra evadirse para reunirse con el Titán de Bronce en Costa Rica.

Junto a Antonio secundó los planes de José Martí para iniciar la Guerra Necesaria en 1895 y desembarcaron en abril de ese año en Playa Duaba, cerca de Baracoa, pero dispersado por tropas españolas se quedó solo y seguido de cerca por el adversario logró escapar y se reunió con las fuerzas cubanas.

Tuvo un gran cariño por el Apóstol de la independencia y al conocer su muerte el 19 de mayo de 1895 expresó; “Solo él pudo sacarme de mi nido de amores, solo él me obligó con su patriotismo y me sedujo con su palabra, por él vine a la manigua y siento más que nadie que se haya muerto.”

El Titán de Bronce -quien se encontraba en su campaña invasora en Pinar del Río- cuando supo la confirmación de la muerte de su hermano, se cuenta que se mostró callado y ensimismado, quizás reflexionando en lo real de su profecía después de perder a su padre y a casi todos sus hermanos y que repetía a sus compañeros: “Los de mi raza han de caer todos en el campo de la gloria militar” y “…ningún Maceo puede volver la espalda ante la provocación del adversario, ese es nuestro destino”.

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