Santiago de Cuba,

30 de junio de 1957: día de combate y de memoria

28 June 2023 Escrito por  Marta Gómez Ferrals

La juventud cubana, siempre a la vanguardia de su tiempo, conmemora junto al pueblo el aniversario 66 de la muerte, el 30 de junio de 1957, de Josué País García, Floro Vistel Somodevilla y Salvador Pascual Salcedo, masacrados por esbirros de la tiranía batistiana en la heroica ciudad de Santiago de Cuba, por entonces ya epicentro de la lucha urbana armada en marcha indetenible dentro de la nación.

Fue un asesinato brutal, que enlutó una vez más al país, el causante de la pérdida de esos tres hijos de Cuba, pero también la memoria agradecida lo recuerda como una honrosa caída en combate.

Se trataba de miembros del Movimiento Revolucionario 26 de Julio participantes, ese día, en acciones de sabotaje a un mitin electoral con el cual agentes del tirano Fulgencio Batista intentaban dar una imagen de civilidad y de tranquilidad ciudadana que la Isla hacía mucho tiempo no disfrutaba.

Ese mismo año, por ejemplo, cuando el Ejército Rebelde crecía y se fortalecía en las montañas de la Sierra Maestra, sicarios del batistato habían masacrado a José Antonio Echeverría, Presidente de la FEU y del Directorio Estudiantil en la dolorosa jornada del 13 de marzo, y habían asesinado a los jóvenes de Humboldt 7 el 20 de abril, en La Habana, por solo citar algunos crímenes salvajes connotados.

Sin embargo, el Ejército Rebelde, el 28 de mayo había librado el primer combate victorioso en el enclave de El Uvero, el mismo que marcaría la mayoría de edad de esa fuerza, de acuerdo con el Comandante Ernesto Che Guevara.

La esperanza de la libertad de Cuba empezaba a dibujarse en el horizonte, en medio de actos bárbaros como estos.

Con una lucha guerrillera encabezada por el joven abogado Fidel Castro, iniciada tras la expedición del yate Granma en diciembre de 1956, la nación volvía a sentirse emocionalmente en pie de guerra, con el apoyo de la beligerancia juvenil activa del M-26-7, que se hacía sentir también en la clandestinidad dando aliento y sumando adeptos en todo el territorio en ciudades como Santiago de Cuba, La Habana y Manzanillo.

Otras fuerzas y sectores se incorporaban y estaban llamados a crecer.

Josué País, con solo 19 años, participaba de manera muy destacada en las acciones revolucionarias en su patriótica urbe natal.

El 30 de junio de 1957 el hermano menor del inolvidable Frank País, Jefe de Acción y Sabotaje del Movimiento, estaba tomando parte junto a otros jóvenes en el intento de frustrar la maniobra electorera de Batista, encaminada a perpetuarse en el poder a sangre y fuego, pero con un inconcebible intento de maquillaje al horror que desataba en todas partes.

Josué esperaba órdenes de Frank, el día del suceso que recordamos, mientras escuchaba por la radio junto a sus compañeros de acción la marcha del acto que debían sabotear.

Estaban escondidos en una casa cercana al sitio, pues desde el amanecer la ciudad y el área del Parque Céspedes, escenario de la fantochada batistiana, habían sido tomadas por fuerzas del ejército, apostadas en las esquinas. Un aire tenso y sombrío tamizaba el ambiente.

Frank País tampoco podía hacerse visible, aunque no dejaba de trabajar desde la clandestinidad, pues ya era perseguido con saña y prácticamente solo le restaba un mes más de vida que su hermano, pues lo asesinaron en la calle también el 30 de julio de ese año.

Al no recibir la señal convenida a tiempo, Josué decide salir con sus dos camaradas a iniciar la misión de hacer pequeñas explosiones y actos de repudio en otras partes de la urbe.

Salen en un carro, pero en una intersección de la calle Martí, son interceptados por el fuerte patrullaje. Los primeros en ser acribillados y muertos en el momento fueron Floro y Salvador.

Josué, ya herido, pero no mortalmente, logra salir del automóvil. El connotado asesino José Salas Cañizares al verlo dio la orden falsa, con intenciones tal vez publicitarias, de llevarlo al hospital. Pero una vez subido al vehículo recibió un disparo certero en la cabeza, sin ninguna dilación.

Ni los llamados Tigres de Masferrer, a cargo del recrudecimiento de la represión y el crimen en el Oriente del país, dirigidos por el gánster Rolando Masferrer, ni el ejército lograron acallar el ímpetu de la Ciudad en Rojo que era Santiago.

Tampoco redujeron al bastión de apoyo de Manzanillo y otras localidades de la región indómita. El enfrentamiento a la tiranía empezaba a perfilarse y era indetenible.

La combatividad de ese día luctuoso, engrandece la memoria de los tres héroes, recordados por sus hermanos para siempre. Y más importante aún, convertidos en fuerza inspiradora, más que en lágrimas.

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