Santiago de Cuba,

Responsabilidad de todos

27 January 2024 Escrito por  Yamilé Mateo Arañó
Tomada de Internet

-“Ten cuidado con el celular en la guagua-”, “-no saques el teléfono en la calle-”, “-quítate esa cadenita de oro, mira que es un recuerdo de familia y te la pueden arrebatar”-, -“trata de que no te coja la noche fuera de la casa”-…estas son frases que a diario escuchamos, sustentadas tal vez por las reiteradas publicaciones en redes sociales sobre el tema y los comentarios callejeros.

Las redes sociales avivan los temores, mucho más en esta era de internet y de intenciones que buscan alertar, atemorizar o mostrar esas manchas que le van saliendo al Sol en tiempos de crisis. Lo cierto es que hoy abundan en las plataformas digitales fotos de desaparecidos, de personas víctimas de asaltos o de ladrones atrapados in fraganti.

Lo más triste es que muchos de los protagonistas de estas fechorías son por lo general muchachos muy jóvenes, esos mismos que jugaron descalzos hasta hace poco con la carriola de madera en el barrio, que gritaban ante el batazo del contemporáneo o por el gol en la portería improvisada, esos mismos que vimos nacer, vestirse con su uniforme escolar… y no sabemos en qué momento, al crecer, perdieron sus sueños, la compasión y la empatía.

Pero me niego a culparlos solo a ellos, decía José Ortega y Gasset, filósofo y ensayista español que: “Yo, soy yo y mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Me pregunto entonces por la familia de cada uno de ellos, ese pilar esencial que inculca los valores en sus miembros. ¿Dónde quedó el esfuerzo porque ellos estudien, trabajen o empleen su tiempo en oficios honestos que les permitan ingresar al hogar el dinero necesario, o al menos el imprescindible? ¿Será que la familia está ajena a lo que hacen sus jóvenes? ¿O quizás prefieren no preguntar siempre que traigan “algo”?

Lo cierto es que más temprano que tarde, el que delinque es capturado y se priva de una vida en libertad. Ese es el saldo para esos hogares que no insistieron en la continuidad de estudios, que no velaron porque sus hijos evitaran las malas compañías, que no enseñaron que solo lo que se adquiere con el trabajo honesto debe llevarse a la casa, y que la conciencia pesa menos en la almohada cuando está tranquila.

Pero la culpa únicamente no es responsabilidad de la familia, a veces disfuncional o con características singulares, que deja escurrir entre los dedos una educación acorde. Entonces, ¿La comunidad qué hizo por esos jóvenes? ¿Los trabajadores sociales, -médicos del alma-, no detectaron en su área a los que están sin vínculo laboral o de estudio, será que le hicieron alguna oferta según los intereses del joven?

La misma pregunta la dejo caer al Comité de Defensa de la Revolución y a la Federación de Mujeres Cubanas, presente en cada cuadra y encargadas de velar por la familia y la seguridad del barrio. Aunque bien se sabe que estas organizaciones no siempre funcionan de manera sólida en la base, existen mecanismos para atraer en ellos el interés por el trabajo.

A ellos les urge esa motivación porque casi siempre quienes delinquen llevan tiempo sentados en las esquinas tejiendo algún “plan”, jugando barajas en la acera -quién sabe si con las apuestas bajo el tapete- o tentados por los vicios.

Recuerdo como una práctica positiva cuando el jefe del sector de la PNR en cada localidad ponía en la mira a los desvinculados al estudio y al trabajo, como un potencial al delito. Esa alerta era la señal para conseguir empleo o vincularse a algo útil. Soy del criterio que es mejor hacer profilaxis en la sociedad que autopsia.

La responsabilidad es de todos. ¿Dónde están esos vecinos que sienten que todavía hay mucho que puede salvarse en esas almas juveniles; los que pueden orientar, ayudar y encaminar si desde el hogar no hay la mejor guía?

Los jóvenes son el futuro de toda nación, no dejemos empañar el nuestro. Es en la familia y en la comunidad -que no es más que una extensión de esta- donde se forman los valores, donde se encaminan los proyectos personales y se inculca el amor al trabajo.

Sigamos apostando por esa generación que tanto necesita esta Cuba de hoy. Cada cual siéntase un poco responsable por esos muchachos que ven crecer. No muestre apatía por sus destinos, siempre podemos hacer algo desde donde estamos.

La seguridad ciudadana es uno de esos tesoros del que nos hemos vanagloriado por mucho tiempo y merecemos mantenerla. Es responsabilidad de todos.

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