Su rostro reflejaba la emoción de haber vivido aquel día iluminado del reinicio y de gloria para la Patria, la confianza en que la sangre derramada por sus hermanos de armas no fue en vano, y la certeza nuevamente de que este pueblo no dejará caer nunca la bandera, su Revolución seguirá invicta, digna, tan gallarda como la Sierra Maestra.

En la última etapa de contienda libertaria Cuba ha tenido el privilegio histórico de contar con un adalid de la estirpe de Raúl Castro Ruz, quien, como heredero de las ricas tradiciones de lucha del pueblo, asumió con altura ética y revolucionaria el ideario de Fidel y el legado de los próceres de la independencia de la nación y de la América nuestra.

Afortunados somos de tener entre nosotros a este cubano íntegro, recto y sensible, sempiterno defensor de la paz y la solidaridad entre los pueblos, convencido de que un mundo mejor es posible, igual que su Comandante en Jefe.

Cuando dejó su natal Holguín y el impactante Santiago de Cuba de los primeros estudios, cuando La Habana fue el escenario para los nuevos afanes, Raúl siguió la ruta de su hermano de sangre e ideales y se convirtió en un activista entre el estudiantado; los uniría la causa grandiosa: el triunfo de una Revolución “Con todos y para el bien de todos”, como lo soñó José Martí.

Protagonista de una leyenda de amor y coraje desde la gesta del Moncada, al integrar la intrépida Generación del Centenario; en la prisión fecunda, afilando el temple y moldeando los sueños; en el exilio, en el viaje a México para preparar la corajuda expedición del yate Granma y ser en 1956 libres o mártires, porque sabía que el deber de un hombre está allí donde es más útil.

Combatiente al lado del líder rebelde en el bautismo de fuego de Alegría de Pío, y luego del hostigamiento enemigo, la dispersión y varios días de caminata por la desconocida sierra vivió ese episodio revelador: el reencuentro en Cinco Palmas para sellar en un abrazo y los siete fusiles el compromiso de Fidel ¡Ahora sí ganamos la guerra!

No ganó el lugar que ocupa por ser hermano de Fidel, sino por mérito propio, a partir de su determinación y firmeza al actuar en momentos cruciales. Por ejemplo, durante las acciones del 26 de Julio en el Palacio de Justicia, cuando en un acto de audacia extrema desarmó a un sargento que dirigía una patrulla de militares en el preciso momento que detenía a sus compañeros; así tomó el mando de la situación.

Otra de sus obras más notables fue la creación y guía del Frente Oriental Frank País, en la ofensiva contra la dictadura batistiana; donde mostró sus dotes de pelea y mando en los días de la guerra y se enamoró de la hermosa guerrillera Vilma Espín, la madre de sus cuatro hijos que lo convirtió en un padre y abuelo muy amoroso y dedicado.

Con el Santiago del Moncada, del 30 de Noviembre, de apoyo incondicional y del entrañable líder clandestino Frank País tenía un vínculo afectivo e histórico muy especial; a la heroica ciudad venía en los momentos de celebraciones, pero en los días de apremio como cuando el huracán Sandy azotó el territorio en 2012, ahí también estuvo Raúl.

Acompañó a su gente brava y hospitalaria en el aniversario 65 del Día de la Rebeldía Nacional, cuando enunció para toda Cuba: “…podemos afirmar que por difíciles que sean las circunstancias, por grandes que sean los desafíos, nuestro pueblo defenderá por siempre su Revolución Socialista. La historia ha demostrado que ¡sí se pudo, sí se puede y siempre se podrá!”.

Es la filosofía de vida, las lecciones de Raúl a nuestro pueblo en la marcha inexorable hacia el futuro, como expresión del pensamiento del Comandante en Jefe, quien enseñó a nunca rendirse aun en las más adversas condiciones, a convertir el revés en victoria y a mantener la fe infinita en el triunfo.

Ninguna adversidad ni situación compleja menguó el espíritu de lucha del más chiquito de los Castro que siguió al hermano jefe, se nutrió de su ejemplo e hidalguía y lo apoyó incondicionalmente hasta que juntos conquistaron el glorioso enero de 1959 para edificar la Patria nueva soñada por el Apóstol de la independencia, tiempo en que el adalid de estirpe mambisa lo ha dado todo.

Como Ministro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) por casi 49 años, Segundo Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y Ministros, Raúl dejó una huella trascendente en la historia del proceso revolucionario cubano después de 1959, que constituye escuela para los cuadros y dirigentes de hoy.

La historia más reciente del país no puede contarse sin destacar su papel como Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros y Primer Secretario del Partido, en la conducción de los más importantes procesos de cambios para actualizar y perfeccionar el modelo socialista cubano de las últimas décadas.

Capítulo trascendente en su vida son las FAR, invictas como la Revolución misma, que crecieron alimentadas de las tradiciones de lucha y años de duras batallas, libradas con inteligencia y audacia y porque ante su proverbial capacidad para salvaguardar la nación, se han estrellado las más inverosímiles maniobras del imperialismo yanqui.

Palabras de admiración y respeto le dedicó a su líder: "Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien, Fidel es insustituible y el pueblo continuará su obra cuando ya no esté físicamente. Aunque siempre lo estarán sus ideas, que han hecho posible levantar el bastión de dignidad y justicia que nuestro país representa."

En 2016 al ocurrir la partida física del Comandante en Jefe, tan dolorosa para el pueblo, en su lugar quedó su más ferviente, leal y experimentado discípulo, que desde su singularidad ha mantenido viva la pujanza de la Revolución, abriéndole paso con seguridad y confianza a la continuidad creadora.

Moncadista consecuente, General de un ejército con brazo de acero en la salvaguarda del cielo y suelo soberanos de la nación, el más fidelista de los cubanos que tras una vida consagrada al servicio de la Patria sigue con el pie en el estribo, ese es Raúl, revolucionario de épica e inspiración.