Santiago de Cuba,

DECODIFICANDO familias

Nito Ortega, el mártir palmero del Moncada

07 July 2023 Escrito por 
La foto que acompaña este trabajo muestra la vileza de los asesinos

Aquel Día de la Santa Ana, mamá Chicha no imaginaba la consecuencia del encuentro de su hijo Oscar con Fidel Castro, y una señora que la observaba caminando por el parque meditó: ella de paseo e ignora lo que aconteció. Más tarde, estando en casa de su hermana, una vecina le dijo: Chicha mira el periódico, a Nito lo mataron en el Moncada.

Mi bisabuela se desplomó y la tristeza le inundó el alma hasta el día de su muerte. La única satisfacción de Aminta Ortega estuvo en que el martirio de Nito se tradujo en escuelas, hospitales y todo lo que significó el Triunfo de la Revolución para Cuba, los cubanos y, especialmente, para mi abuelo Manuel -el único hijo que le sobrevivió, porque Miguel (incorporado al Ejército Rebelde desde los 14 años) murió en un accidente de tránsito a inicio de los 60.

Desde entonces el apellido Ortega y, sobre todo, el nombre de Oscar Alberto y su apodo Nito abundan en Palma Soriano. Cuando nací, en 1991, mi madre no dudó en nombrarme Alberto al igual que su tío moncadista; mi abuelo orgulloso, y yo, sabedor de todo eso y de las constantes visitas de Celia Sánchez a nuestra casa, su preocupación por cada detalle de la vida familiar y de todo lo que significara honrar la memoria del héroe.

Su foto siempre ha dominado la sala y enseguida se reconoce, de alguna manera, la integridad, el honor y la gloria del mejor de los Ortega. La historia es la que mamá Chicha y mi abuelo contaron a mi madre, mis tías y a nosotros. Historia documentada en textos e imágenes, pero, como afirmé, nuestra, muy nuestra.

Un hijo de Palma Soriano

Oscar Alberto Ortega nació en Palma Soriano el 21 de agosto de 1926 y creció en un hogar de exiguos ingresos, pero de valores que fomentaron en él y sus hermanos Miguel y Manuel. Jamás hubo una pizca de prosperidad en la casa, al punto de que apenas había muebles y en un pequeño fogón se preparaban los alimentos.

Desde pequeño le apodaron Nito, cursó sus estudios primarios en las escuelas Juan Sigas Baró y José Martí. Amó la poesía porque la maestra Nordina Aroche incidió de manera extraordinaria en su vida, también le encantaba jugar ajedrez y escuchar música.

Su faz era la analogía de la nobleza, siempre estuvo presto al trabajo duro y no tolerar las injusticias. Llegado el momento militó en el Partido del Pueblo Cubano (Ortodoxo), rechazó el Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 e integró la Generación del Centenario.

El mártir trabajaba en la tienda La Casa Arias y fue entrañable amigo del dentista palmero Pedro Celestino Aguilera (Tito), también ortodoxo; juntos organizaron la lucha contra la dictadura de Fulgencio Batista. A ellos se les unieron otros cubanos dignos que desarrollaron acciones en San Luis, Contramaestre, Jiguaní y Bayamo.

En febrero de 1953 establecieron contactos con otros revolucionarios en La Habana y luego con Abel Santamaría.

Lo más significativo fue el encuentro que el 3 de abril sostuvo en el bar Topeka con Fidel. Una reunión extendida donde se definieron muchos detalles de la futura gesta. Al día siguiente se trasladaron a las minas de Charco Redondo, donde dialogaron con los mineros y palparon las pésimas condiciones de trabajo.

Un asesinato que no destruyó las ideas

El mes de julio fue decisivo. El 22 recibió entrenamiento militar y se acuarteló junto a otros compañeros en varios lugares de la capital. Se trasladaron hacia Oriente y llegaron a Villa Blanca, ubicada en el kilómetro 13 ½ de la carretera de Siboney.

Las palabras de Fidel, aquella madrugada del 26 de julio de 1953 fueron determinantes para salir a la acción: “Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos, pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante. El pueblo nos respaldará en Oriente y en toda la Isla. ¡Jóvenes del centenario del Apóstol, como en el 68 y en el 95, aquí, en Oriente damos el primer grito de LIBERTAD O MUERTE!

“Ya conocen ustedes el objetivo del plan. Sin duda alguna es peligrosa y todo el que salga conmigo de aquí esta noche debe hacerlo por su absoluta voluntad. Aún están a tiempo para decidirse. De todos modos, algunos tendrán que quedarse por falta de armas. Los que estén determinados a ir den un paso al frente. La consigna es no matar, si no por última necesidad.”

Mi tío fue asignado a la escuadra de Oscar Alcalde, junto a Teodulio Mitchell Barbán, y al darse la orden de retirada en el cuartel, retornó a la Granjita, abordó un vehículo con otros combatientes y pasados unos instantes fueron capturados y asesinados por los viles esbirros de la tiranía. Hoy sus restos reposan en el Panteón de los Mártires del Moncada en Santa Ifigenia.

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Luis Alberto Portuondo Ortega

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