Luego vendría la prisión que lo hizo madurar como revolucionario, la visita a Cuba y el encuentro con Fidel, la amistad entre los dos líderes y la coincidencia en la forma de ver los procesos políticos y económicos nacionales y latinoamericanos, así como la identificación de las necesidades de unidad y cooperación que devino en plataforma programática y posterior realización.
Millones son los cubanos que de una forma u otra estuvimos ligados a la relación entre Cuba y Venezuela fundada entre Chávez y Fidel desde la cooperación en salud, deporte, cultura, educación, ahorro energético, agricultura y la formación de trabajadores sociales venezolanos en Cuba.
Quién no recuerda los vibrantes discursos de Chávez en las grandes concentraciones del pueblo venezolano incluso bajo la lluvia o la frase “huele a azufre” al llegar al podio en Naciones Unidas donde antes había hablado el presidente de los Estados Unidos; quién no comparó el inicio y la evolución de Chávez como político, militar y líder con el de Fidel. Incluso cuántos no pensaron que era una suerte de relevo de nuestro Comandante.
Sin embargo, el destino tenía otros planes en la vida de Chávez, el de convertirlo en ícono, en paradigma, a la temprana edad de 58 años, justo después de haber fundado un partido en la clandestinidad (MBR-200), el Movimiento V República, el Partido Unido Socialista de Venezuela y relanzar el concepto de Socialismodel Siglo XXI.
La pérdida de Chávez para la izquierda latinoamericana, para el pueblo venezolano y el cubano significó no menos que una fatalidad inesperada y dolorosa, se perdió un líder en su punto más álgido de rendimiento como político y estadista. Siempre queda la duda de hasta dónde pudo llegar, de cómo sería Latinoamérica hoy si estuviera Chávez. Se perdió tanto que resulta mejor que lo recordemos como “El mejor amigo de Cuba”.