Y es que por siglos el foco de atención emancipadora ha sido para la mujer, a quien se le han vetado sus derechos durante muchos siglos. Pero si en verdad pensamos en la equidad e igualdad de géneros debemos comprender que en ellos recae también el peso de los estereotipos machistas.

“Los hombres no lloran”, “no te enamores que la mujer te gobierna”, “los hombres no hablan tanto”…cuántas expresiones como estas no habrás escuchado. Y es que a ellos no les está permitido mostrar sus sentimientos y ser vulnerables porque lo etiquetan de afeminado.

Las estadísticas mundiales aseguran que son los hombres quienes más se inclinan al consumo de alcohol y otras sustancias, además de ser perpetradores de la violencia y muchas veces por preconceptos heredados en el ámbito familiar.

A ellos se les impone ser fuertes, valientes, protectores y el sustento del hogar… por tal razón no son pocos los que al perder el trabajo, tener bajos ingresos (o incluso menores que lo de su pareja), ser dirigido por una mujer…entre otras situaciones pueden tener trastornos en la conducta que pueden llegar a la depresión, a la violencia o a la ansiedad, lo que afecta su salud física y mental.

Es hoy entonces el momento de pensar en los que nos rodean, en especial en los de la familia, donde sentamos las bases para su desarrollo.

Ellos no son el personaje antagónico, son parte de sus circunstancias y de la educación. La imposición del patriarcado también ha lacerado a este género por limitarlos a expresar sus emociones.

Y lo cierto es que detrás de esos músculos ejercitados -quizás por el gimnasio-, de su barba bien cuidada y de su galantería, de sus olvidos involuntarios, (o de la cualidad que defina al que tenga a su lado), ellos también le temen a las jeringuillas y a los hospitales, se desploman cuando se enferman, lloran ante el amor, el nacimiento de un hijo, el casamiento… Y merece ser feliz de todas las maneras posibles expresando todo su sentir.

Hoy es un día, sin dudas, para festejarlos