Santiago de Cuba,

Amor por el magisterio a medio siglo del destacamento pedagógico

28 May 2022 Escrito por 
Eduardo Castillo Mendoza, Inspector Integral de la Dirección Provincial de Educación en Santiago de Cuba

A 50 años de la constitución del primer contingente del destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech, los frutos de aquellos jóvenes que se incorporaron a las concepciones educativas de Fidel Castro son palpables en cada generación de maestros.

Aquel 19 de mayo de 1972, estudiantes que apenas rebasaban las 15 primaveras decidieron ser parte de aquel inmenso grupo de futuros docentes para impartir clases a alumnos de la segunda enseñanza, en un programa que combinó la teoría y la práctica, los estudios y el trabajo.

Eduardo Castillo Mendoza, Inspector Integral de la Dirección Provincial de Educación en Santiago de Cuba, es uno de esos jóvenes que con tan solo 16 años, en septiembre de 1976, no dudó en pertenecer al quinto contingente.

“Respondíamos de esta manera a un llamado de nuestro Comandante en Jefe y de la Revolución de formarnos como profesores, con el propósito de impartir docencia a una enorme cantidad de estudiantes en todo el país que se habían graduado de sexto grado y transitarían entonces por la Secundaria básica”, afirmó.

Recuerda con total orgullo los cinco cursos consecutivos en la Unidad pedagógica Julio Trigo López del municipio Contramaestre, donde recibía formación como docente en una sección y en la otra fungía como tal.

“De esta manera nos íbamos formando como docentes. Una época en la que transitamos por varias instituciones educativas, y así comprendimos que lo fundamental del proceso docente-educativo era la clase, para la cual nos preparábamos a diario con tremendo entusiasmo. Fue una etapa que exigió de nosotros una constante preparación”.

A sus más de seis décadas de vida Castillo rememora cada anécdota, fecha o actividad de aquella etapa, que marcó su carrera profesional en el magisterio cubano. Habla con orgullo, como si al recordar se trasladara en cuerpo y alma a aquellos días en los que vivía como un joven de su edad, con alegrías y miedos.

“Éramos muy jóvenes, muy motivados, el entusiasmo era enorme, pero también tuve momentos de dudar si sería un buen educador…Gracias al empeño propio y al aliento de nuestros maestros lo superé, y supongo que al igual que yo muchos de mis compañeros, pues ahora es que comprendo que las dudas ante los tropiezos eran el resultado de la inexperiencia”, afirmó.

Rememora cuando ante la presencia de Fidel recibió el título de profesor de Enseñanza Media General de Historia, entre otros encuentros con el líder de la Revolución cubana; cuando se especializó en la asignatura de marxismo- leninismo, entre otras etapas en las que desempeñó otros cargos a nivel provincial y municipal, y cuando tuvo la oportunidad de cumplir misión internacionalista en la República Popular de Angola.

“Lo más importante para un joven que se prepara para ser maestro es que conozca la importancia de estudiar, de superarse, y de dominar los conocimientos que ponen en la práctica”, aseveró.

El magisterio, desde sus inicios, demostró que sería una de las tareas más organizadas y sensibles de la Revolución cubana. Fueron adolescentes consagrados, responsables y con muchas ganas de enseñar los que dieron su paso al frente para alfabetizar hasta en las más intrincadas montañas de la Sierra Maestra.

Juana Suárez Gómez, es actualmente metodóloga provincial de Historia de la Enseñanza Técnica y Profesional y sin duda una enamorada fiel de las aulas, de sus alumnos, del magisterio al que se consagró desde que decidió incorporarse al cuarto destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech.

“Ha sido la decisión más acertada que he tomado en mi vida profesional, pues además de cumplir con el llamado de la Patria, me permitió crecer como persona, nos enseñaron valores morales, comportamiento ciudadano, además de educarnos desde el punto de vista técnico, metodológico y científico”, afirmó.

De mediana estatura y con una voz pausada pero firme que incita al conocimiento, reseñó al rotativo disímiles momentos desde 1975 cuando con tan solo 17 años, decidió formarse como educadora frente ante la necesidad de maestros para impartir clases en Secundaria Básica.  

“Los inicios fueron muy duros, temerosos, con miedo de enfrentarnos a las aulas, pues éramos tan jóvenes como ellos, no teníamos la experiencia pedagógica para impartir clases, y en el destacamento poníamos en práctica el principio martiano de vincular el estudio con el trabajo.

Juana comenta que su primera escuela en el destacamento, a la que recuerda como su casa grande, fue en la filial pedagógica de Guantánamo Manuel Tamez Guerra.

“Éramos adolecentes y teníamos las inquietudes propias de la edad, nos gustaba bailar, oír música; estudiábamos por las noches pero siempre teníamos nuestros momentos de recreación.

“A mí me gustaba mucho el canto y pertenecía al coro de la escuela, donde ensayábamos canciones patrióticas; tuvimos una adolescencia con muchas responsabilidades desde el punto de vista laboral pero muy sana, sin maldades, sin vicios”, asevera.

De esa etapa destaca a muy buenos profesores, entre ellos y de manera especial a Enrique Moreno, quien no solo les mostró la Historia con la genialidad que lo caracterizaba; también les enseñó valores patrióticos y morales.

Suárez Gómez afirma haberse decidido a pertenecer al destacamento inspirada en María Matilde Popa, una maestra que actualmente es jubilada reincorporada.

“Me cautivó con su clase Por qué el Moncada; aún recuerdo ese día, y fue el detonante para que me decidiera a estudiar Historia.

“Disfruto mucho mi profesión, ser maestra es lo que ha ocupado mi vida. Después de terminar en el destacamento, me incorporé a trabajar en el preuniversitario Mario Maceo Quesada, una nueva experiencia pues ya eran estudiantes mayores y estaba acostumbrada a trabajar con los de secundaria.

Sobre sus alumnos, comenta con un orgullo notable haber tenido las mejores relaciones, siempre sobre la base del respeto, e intentando conducirlos por el mejor camino.

“Además de impartirles el conocimiento histórico y de cultura política con el rigor necesario, siempre intento ser amiga, disfruto sus logros, sufro junto a ellos cualquier situación, porque al estudiante se quiere como a un hijo, y la escuela es la prolongación de la familia.

“Por eso afirmó que en mi vida profesional tengo muchas satisfacciones, y una de ellas es cuando veo a mis estudiantes realizados, profesionales a los que podemos encontrar en diferentes sectores de la sociedad”

La destacada educadora, amante de las ideas de José Martí y Fidel Castro, perteneciente al destacamento pedagógico Manuel Ascunce Domenech continúa brindando sus conocimientos aun cuando ya rebasa la edad de jubilación, y lo seguirá haciendo -como ella mismo dice- mientras la vida y la salud se lo permitan.

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Liliet Moreno Salas

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