Así le sucede a la maestra Celina Poll Terry, que a sus 62 años se reincorporó al sector de la Educación para continuar enseñando a los alumnos, pues en su casa se sentía como un pájaro enjaulado.    

¿Cómo se hizo educadora?

En realidad esa no era la carrera que anhelaba. Soy de Guantánamo, municipio El Salvador, mi madre muere cuando tenía 13 años y me quedé siendo la más chiquita de las hembras, al faltar la figura materna se sufre mucho y era una deshonra en aquellos tiempos que una muchacha estuviera en la casa sin hacer nada, todo familiar quería que uno fuese alguien en la vida. Por la radio escuché del surgimiento de la carrera de educadora de círculo infantil, siendo una hermosa profesión para las jóvenes, y opté por esta.

Vine a estudiar a Santiago de Cuba a la edad de 15 años como educadora de círculos, en la carretera de Siboney, ahí salí graduada en el 1980, pero por situaciones en el sector no lo desempeñé totalmente. Posteriormente estudié en la escuela pedagógica Frank País García y en 1983 me gradué de maestro primario. En 1990 me hice Licenciada y trabajé en los campos de Palma Soriano y luego en el municipio Santiago en el distrito uno José Martí.

Al mismo tiempo que iba impartiendo las clases en la escuela me fui superando y me hice Máster en Enseñanza de la Educación y con ya 42 años de labor me retiro en el 2021.

¿Por qué se reincorpora?

Me sentía muy presionada en mi casa, sola, como alguien que lo tenían acorralado y decido reincorporarme en noviembre del 2022. Todavía no había cumplido un año de haberme jubilado. Desde entonces estoy trabajando en la escuela Manuel Ascunce. Me siento bastante bien, solo tengo un objetivo que mis niños aprendan, que mis niños sean educados, dar lo mejor de mí y pienso hacerlo hasta que me sienta en plena capacidad.

Aunque estamos en un periodo complejo, modestia y aparte cuando estuve el tiempo en la casa no me faltaba nada, “aparentemente”, y llegué a decirle a mi familia que me sentía como una esclava y que prefería ser esclava de los niños y no ser de personas adultas. Además es mejor lidiar con niños y no con adultos. Los niños me hacen feliz, sus besos, su mirada.  

Por su experiencia puede comparar los tiempos de antes con los de ahora, entonces ¿Cómo son actualmente los alumnos?

Si comparamos los tiempos de antes, por tener menos cultura, menos recursos, los niños eran más educados, más respetuosos, más dados. Hoy que lo tenemos todo, que incluso tienen un maestro en el aula para que los eduque, uno le enseña algo ahora y ahorita hacen lo contrario pero ¿Qué sucede? Que hay pobre, pobre trabajo hogar-escuela. A veces también pasa que los padres creen que el maestro es el que tiene que educar completamente al niño, y la educación comienza en la casa, nosotros la reforzamos, damos métodos, pero la principal está en el hogar.

Antes, los padres exigían estudiar y ahora uno le pone tarea al niño y muchos ni lo hacen ni son supervisados por un adulto. Pero si mamá y papá cuando el niño llega  a la casa no se interesan por lo que aprendieron, el infante no se puede motivar. Es importante que la familia colabore y esté dentro de la enseñanza de su hijo.

Los profesores también debemos visitar el hogar y conocer mejor el entorno donde se desarrollan, aunque modestia y aparte, en ocasiones, yo de verle la cara y de pasarle la mano en la cabeza descubro que tienen problema. Además hay carencias, tanto en la vivienda como en la institución, pero a pesar de eso queremos que nuestros hijos se eduquen, porque el país da esa posibilidad y de que en cada aula haya un maestro.

Mi consejo para la familia es que se preocupen más por la educación y aprendizaje de su hijo, que visiten más la escuela para juntos poder darle lo mejor.

¿Cuáles son las cualidades que deben tener los maestros?

Ser responsable, abnegado, educado, enseñar con el ejemplo y eso se demuestra desde el primer momento que uno sale de la casa y da el “buenos días” a la primera persona que se encuentra en el trayecto hasta llegar a la escuela, porque a los niños si tú le enseñas los valores, ellos aprenden.

Yo, al menos, de mis alumnos he conseguido muchísimas cosas, de que ese que es intranquilo y hace indisciplina, viene a mí, me abraza, eso me hace feliz, me hace sentir viva. El maestro tiene que ser perseverante.

En ocasiones se dice que las maestras son como la segunda madre de los niños, ¿es cierto?

Yo le digo a mis compañeros que tienen que interactuar con mis niños que ¡yo no entiendo con ellos!, yo podré en algún momento hablarle alto pero no soporto que nadie ni me los mire mal. Le digo a todos mis padres que ellos saben que son hijos de ellos pero estos me los ponen a las ocho de la mañana y se los llevan a las cuatro, por eso yo me siento la madre de esos niños, soy su responsable casi todo el día.

Mi deseo es tener fuerzas para llevar hasta cuarto grado a estos estudiantes, claro siempre que Educación lo permita, porque el contrato es hasta junio; si deseo y estoy apta para impartir el próximo curso entonces se me hace otro nuevo contrato, y digo apta porque se miden varios requisitos para poder reincorporar a los jubilados.

A sus 62 años Celina es muy querida en el aula, tiene fuerzas para bailar, jugar e interactuar con sus niños. Si de momento se ausenta, los alumnos la extrañan, la lloran y cuando regresa vuelve la alegría a la carita de sus pequeños de tercer grado.

“Te digo que mis niños me quieren, y aunque en ocasiones tengo que ser fuerte con ellos, porque no aguanto malacrianzas, ellos me adoran. Fíjate si son sabichosos que hubo uno que se peló y se hizo un corazón en la cabeza, cuando le reclamo por eso me dijo: 'Seño ese corazón que yo me hice ahí es el de usted'. Imagina tú, acabó conmigo. A mis niños les doy amor”.