A Héctor, le tocó la parte más difícil, pues desde que nació su pequeño Héctor David, tiene a su cargo al hijo que le regaló la vida; su función de padre se engrandece y es de admirar la entrega, dedicación y amor.
“Ha sido un reto bien grande porque a pesar de todas las leyes y lo avanzado de la sociedad, todavía se ve extraño que sea un hombre quien cuide solo a su hijo. Hay incomprensiones, fundamentalmente en los centros de trabajo con el derecho que tienen los padres de cuidar a los menores, es más común la madre, pero en mi caso siempre he luchado y he logrado que se reconozca ese derecho, dijo Fernández.
“Las circunstancias me pusieron ese desafío y lo he asumido con mucha responsabilidad. A mí me tocaron las dos cosas, trabajar y cuidar de mi infante.
“Siempre he contado con el apoyo de la familia que ha sido de gran ayuda, pues está constantemente, gracias a mi hermana y a mi mamá, quienes me han brindado la mano y me lo cuidan cuando no hay escuela o estoy trabajando”, subrayó.
Han pasado siete años, ya David es más grande, pero los primeros instantes fueron difíciles, Héctor tuvo que aprender a hacer de todo, a alimentarlo, calmarle el llanto, bañarlo, entretenerlo y desvelarse ante las malas noches que como de costumbre dan los bebés en casa.
¿Quién dice que un hombre no puede? Cuando se es PAPÁ, el sacrificio que haya que hacer no pesa, las horas de dedicación a los hijos son efímeras, el amor no cabe ni en el corazón ni en el pecho. No hay mayor orgullo y satisfacción que ver a su pequeño crecer a su lado y educarlo lo mejor posible.
Héctor y David son uno solo, padre e hijo, se tienen mutuamente mucho cariño y a donde vaya uno, atrás viene el otro. El niño es “fanático a su papá” -como dice jocosamente el padre- yo más bien diría que en él ve a su héroe, al que lo guía, lo acompaña, lo apapacha, lo educa, al que modificó su mundo y cotidianidad para compartirlo junto a su más preciado tesoro.