La guerra no pasaba por un buen momento: Bayamo y otros pueblos que se habían tomado en los primeros meses de contienda volvían a estar en manos españolas. Lo complicado de ese contexto no les impidió a aquellos hacer un proceso único, hasta ese momento, en las luchas independentistas de América Latina.
Hubo contradicciones y no fueron suficientes los contactos previos entre Agramonte y Céspedes para evitar que los puntos divergentes pusieran en tensión aquel primer intento de institucionalidad revolucionaria. Pero más allá de las diferencias, en Guáimaro prevalecieron los intereses colectivos por encima de los individuales. Fue más importante Cuba unida que dividida por regiones.
La unidad, basada en los principios que ese 10 de abril se defendieron, han definido a Cuba en más de 155 años de batalla contra los colonialismos. No por gusto el líder de la Revolución, General de Ejército Raúl Castro Ruz, llamó a defenderla el pasado 1ro. de enero. La unidad es y seguirá siendo la principal conquista de este pueblo.
Las constituciones son hijas de su tiempo. La de Guáimaro fue heredera de una historia que viene desde los primeros que pensaron en la nación cubana y, además, trasciende a su época. Siguiendo esa tradición constitucionalista, aún en los momentos más difíciles, Cuba hace cinco años proclamó una Carta Magna que bebió también de aquellas surgidas en la manigua, para que la de hoy defienda garantías y asegure la construcción y la irrevocabilidad del socialismo.