El calificativo de Gacela de Cuba se lo ganó porque supo, como pocas vocalistas, imponer una forma de danzar –ella fue modelo-, devenido complemento de la interpretación fuera un son, una guaracha, una canción romántica…

Después de casi cinco años: 1965-1969 en el Cuarteto de Meme Solís, Farah comienza su carrera en solitario. Y su figura, de por sí monumental, es cada vez más popular, más admirada.

En el último cuarto de siglo, solo interrumpido por el deceso de la artista, la labor creativa de una persona fue decisiva en la elegancia que hasta el último instante, distinguió a la intérprete de “El recuerdo de aquel largo viaje”:  Armando Rubio fue el vestuarista de la Gacela de Cuba.

Armando, en ocasión del 34. Festival Boleros en Santiago, del 21 al 25 de junio, trajo a la Cuna de la Revolución una muestra de 21 trajes de su autoría, usados por Farah María.

En la última fecha de la celebración, en el Teatro Martí, donde acontecía la clausura de la fiesta del bolero, Rubio, con el apoyo de las modelos de la compañía Andante, exhibió los vestidos, en una suerte de pasarela en los pasillos y el escenario del teatro de la calle Santo Tomás.

Allí en el “Martí”, y posteriormente, hablamos con Armando sobre la cantante, su vestuario y otros temas. Rubio es pintor; entró bien joven en Turarte, pero al mundo de la moda ingresó por Farah María.

Resulta que él estuvo año y pico en Bahamas, con un espectáculo de Tropicana y en ese tiempo, siempre dejó claro que Farah era su musa, su inspiración, y que su sueño era trabajar con ella. Para ese momento, ya la intérprete estaba en España.

Cuando Armando regresó  de Bahamas le tenían una sorpresa: “Farah quiere que trabajes con ella”. Y empezó en 1998 hasta la muerte de la vocalista, acontecida el 30 de diciembre de 2020. Veintitrés días después de cumplir 76 años, Farah perdió la batalla contra el Alzheimer.  

“Hicimos una química tan linda. Yo le hacía los diseños y los trajes porque ya era modisto sastre; estuvimos juntos 24 años. Éramos una familia.

“Casi todos los años veníamos a Santiago de Cuba; ella adoraba a esta ciudad y tenía una gran amistad con Rodulfo Vaillant, y otros músicos y personas de aquí.

“Cuando falleció hablé con Farita, la hija, y le propuse organizar un desfile de modas para exhibir sus vestidos. Quería hacerlo en el “América”, de la calle Galiano, donde ella actuó por última vez y a donde siempre iban Díaz-Canel, antes de ser presidente, y su esposa. Pero  la pandemia lo complicó todo, hasta el funeral aunque el apoyo del Gobierno, del Partido fue total.

“Recuerdo de aquella última presentación, que al entrar Farah al ´América`, el público se puso de pie, empezó a aplaudir y no volvió a sentarse hasta que ella terminó de cantar”.

Dice Armando que en su cuarto de siglo junto a la intérprete, él siempre tuvo de ella una atención especial: “…me traía revistas, tendencias internacionales de la moda, compartíamos…”.

En otro momento de la conversación, Rubio señaló:

“Era una mujer que desde su primera incursión en un escenario se convirtió en patrón de la belleza y de la moda. El público la quiso y ella lo respetaba mucho, y también a los artistas”, y agregó:

“Farah era 100% cubana. Nunca aceptó mil ofrecimientos que le hicieron. Luego se casó y fue a vivir a España pero venía todos los años”.

La cantante mantuvo un vínculo estrecho con sus compañeros del cuarteto; aquí, con el villaclareño Héctor Téllez y el santiaguero Miguel Ángel Piña; también, con José Manuel Solís, por ejemplo cuando ella y Beatriz Márquez fueron a los Estados Unidos, como parte de un intercambio cultural.

“Se encontraron muchas veces; cada vez que Meme iba a España se reunía con la cantante y hasta trabajaron juntos. Esa era una relación que venció todas las pruebas.

“Ahora estamos luchando por hacer una película sobre ella, que refleje su paso por la vida y ahí estaré porque éramos una familia y también, porque tengo el orgullo de haberle creado sus trajes, como estos que acabamos de exhibir en Santiago de Cuba”, la ciudad que tanto quiso Farah y que la acogió a ella con ese cariño que permanece en la memoria de los santiagueros.