La reacción del cuerpo humano al efecto rítmico mientras se escucha música o se hace deporte es excelente para la salud, pues libera dopamina.

Se trata de una sustancia perteneciente al Sistema Nervioso Central que interviene en funciones, como el aprendizaje, el placer, la conducta o la memoria, así como la sexualidad, los movimientos, además, de algunas sensaciones, y la musicoterapia resulta muy efectiva.

Pero no solo esta práctica terapéutica se lleva a cabo para aliviar el alma, el cuerpo y las emociones, la música, que cada 21 de junio celebra su día mundial, acompaña desde sus comienzos a todas las sociedades con su armonía, ritmo y melodía.

La música o «el arte de las musas» es, según la definición tradicional del término, la praxis para crear, y organizar sonidos y silencios, con respeto a esos principios fundamentales que son lo melódico, armonioso y rítmico, mediante la intervención de complejos procesos psicoanímicos.

Para el alma, los beneficios de la música son intangibles, pero inmensos; ella causa el efecto conocido como acción-reacción debido a la actividad cerebral que reproduce en las personas.

Este Día Mundial se originó en Francia bajo el nombre de Fiesta de la Música con el objetivo de promocionar esa manifestación en todos sus aspectos y fomentar que los aficionados salgan a la calle a tocar, se realicen conciertos gratuitos y puedan presenciar a sus artistas preferidos.

Sin embargo, este es solo un propósito de la fecha, porque la música va más allá y posee la virtud de librarnos de la depresión, del miedo, del dolor y, por supuesto, del aburrimiento.

El origen de la Fiesta de la Música se remonta a 1976 cuando un artista estadounidense llamado Joel Cohen, trabajador en la radio francesa, propuso en una emisora los «Saturnales de la Musique».

Estos consistían en hacer tocar en la noche del 21 de junio a distintos grupos, coincidiendo con el solsticio de verano.

Luego, en 1982, se creó de forma oficial la festividad, alabada por primera vez en esta fecha de dicho año.

En 1985 comenzó a extenderse por otros países, primero por Europa, hasta llegar a 85 naciones en menos de dos lustros.

Muchos poetas e intérpretes le han cantado, en este último caso están la española Martha Sánchez y los italianos Andrea Boccelli, quien hizo dúo con esta cantante con el tema «Vivo por ella», dedicado a la música, y el clásico de finales de la década del 80 «Música E», de Eros Ramazzotti, una verdadera oda a dicha expresión.

Es difícil imaginar una civilización en la que este idioma no juegue un papel vital, por eso también su historia da vida. Desde que la humanidad encontró su voz, incluso, probablemente antes, existe, y cada cultura del mundo tiene su propia forma de música tan distinta y única en su área, como otros lenguajes cotidianos.

Como concepto, el de la música evolucionó desde sus orígenes en la Antigua Grecia, cuando se reunía sin distinción a la poesía, a la danza y a la homenajeada como arte unitario.

Aplaudir esta aventura de vivir la música significa una forma perfecta de realzarla y lo bueno es que es y está ahí, para todos.