Decidí acudir a su encuentro en el mismo centro donde labora. Me recibió entre sonrisas y con una taza de café. Afirma que se siente feliz y complacida por los resultados que ha logrado recoger de su trabajo y que en poco tiempo se ha ganado el cariño y respeto de todos, es apodada como ¨La seño Dani¨.
Recurrió a este oficio porque se considera una mujer fuerte y emprendedora a pesar de tener 60 años. Manifiesta que es un trabajo digno y a su vez exigente, pues en su caso la higiene de las aulas de estos pequeños alumnos depende de ella. Al respecto, expresó: ¨Un aula limpia y ordenada hace ver a las maestras como reinas¨.
Su rostro me transmitió fortaleza cuando me contó sobre sus aportes a inicios de la pandemia al paralizar el curso escolar y se decide aislar a los trabajadores vulnerables en sus hogares como medida de protección. Es ahí cuando me dijo: ¨Estuve firme y me quedé bajo mi responsabilidad para así contribuir al cuido de los bienes escolares, además de donar alfombras que yo misma confeccioné para el paso podálico de cada aula y estar siempre a disposición para cualquier tarea¨.
Cuando se reiniciaron las actividades docentes refiere que se colmó de felicidad al ver a esos niños que la buscaban en el recreo para que le contara historias, se encargaba también de controlar que cada uno manejara a la perfección el lavado de las manos y cambios de nasobucos en el tiempo requerido. Estos niños le recuerdan su juventud cuando laboró como profesora de Enseñanza Media.
El tiempo pasaba volando y Dani tenía que continuar con su horario de trabajo, pero no se retiró sin dejar de decir la siguiente frase: ¨Limpiar con gusto es educar con eficiencia¨.