
Orlando Guevara Núñez
Este aforismo forma parte de la cultura política de los cubanos. Palabras publicadas en el periódico Patria, en Estados Unidos, el 14 de julio de 1894. Las aprendí con Antolina, mi inolvidable maestra de segundo grado, quien solía repetirlo a sus alumnos y dictarlo para que fuera copiado y aprendido.
Antes de 1959, en Cuba se celebraba el 20 de mayo como día de la independencia nacional. Se nos decía en las escuelas que ese día había nacido la República independiente, que había cesado el dominio español y desde entonces teníamos la más plena libertad. Todo eso, se agregaba, gracias a la “generosa ayuda” del gobierno de los Estados Unidos, a quien debíamos eterno agradecimiento.
La Reforma Agraria, que cumple 64 años este 17 de mayo, fue y sigue siendo el todo del campesinado cubano. No sólo por la propiedad de la tierra que otrora trabajaban sin ser sus dueños. Ni tampoco por haberse eliminado el odioso y criminal latifundismo. Esa Ley transformó totalmente la vida de nuestros pobladores del campo en sus condiciones de trabajo y de existencia. La salud, la educación, la cultura, el deporte, el sistema crediticio, la seguridad de mercado, el apoyo en equipos y técnicas de cultivo, el respeto a la dignidad humana y la plena y activa incorporación a la sociedad, no han dejado de fortalecerse durante estas más seis décadas.
¿Biden? ¿Trump? ¿Demócratas? ¿Republicanos? Ni nombres ni partidos tienen un pronóstico claro para las elecciones del próximo año en los Estados Unidos. Lo que sí está claro es que en ese país continuarán gobernando los multimillonarios, los guerreristas, los que en nombre de los derechos humanos son los responsables de que en el mundo existan tantos millones de humanos sin derechos. Elegir a unos y otros, es la única opción de los estadounidenses.
La fecha del 8 de mayo encierra un simbolismo en la hermandad entre los pueblos de Cuba y de Venezuela. Un símbolo escrito con sangre.
El 1ro. de Mayo de 1960, hace ya 63 años, el pueblo cubano levantó su voz y respaldó con sus fusiles una decisión irrevocable: ¡Vencer o Morir! En La Habana, Santiago de Cuba y demás capitales provinciales, en imponentes concentraciones, millones de personas, obreros, campesinos, estudiantes, integrantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, los Jóvenes Rebeldes y el pueblo, desfilaron varias horas, con carteles que ya no hacían demandas reivindicativas, sino que apoyaban las leyes de la Revolución y reafirmaban su disposición de defenderlas.