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La más sensible de las profesiones médicas

13 May 2022 Escrito por  Indira Ferrer Alonso

Amor, respeto, vocación y sobre todo conocimientos son los valores que distinguen a las mujeres y hombres de la enfermería, personas que se entregan al trabajo y lo hacen lo mejor posible, aun en condiciones de emergencia, escasez o de riesgo.

Con creces han demostrado cuánta perseverancia e inteligencia son capaces de combinar para no rendirse nunca; tal vez porque como ningún otro profesional, están presentes en todos los momentos de la vida y en cada etapa son indispensables.

Ser una buena enfermera o un buen enfermero no es simplemente conocer los procederes y las técnicas de la profesión; hacen falta valores éticos para transmitir optimismo, tranquilidad, o para enseñar a prevenir y a cuidar de la salud personal y familiar.

Nada se agradece tanto como la calidez del trato y el ánimo que dan, especialmente en los momentos de tristeza, dolor o incertidumbre por la enfermedad. Una sabe que son seres humanos, que sienten, ríen, lloran; tienen conflictos, necesidades, preocupaciones… quizás por eso la gratitud se multiplica cuando se les ve enfocarse en el trabajo y demostrar que están preparados para asumir cualquier situación.

No importa cuán difícil sea afrontar el reto: desde el consultorio médico o el local de enfermería de alguna institución no médica, hasta las salas o el quirófano de un hospital, la tarea siempre es salvar. Y salvan.

Lo hicieron durante los momentos más tensos de la Covid-19; la emergencia sanitaria que puso a prueba su resistencia, su competencia y su humanismo.

La zona roja y la comunidad se volvieron trincheras, el hospital se convirtió en hogar y los colegas en hermanos, soldados todos en una batalla sin tregua por el más humano de los derechos, el de vivir.

No bastan las palabras para reconocer la proeza que hicieron todos juntos, en cada turno de trabajo, en cada tripulación, en cada hora que pasaron lejos de casa batiéndose contra la muerte por sus pacientes, y sabiendo que -a pesar de las precauciones- también corrían el peligro de enfermar ante el más mínimo descuido.

En los días en que el trabajo se hizo más duro, y la epidemia no daba tregua, estuvieron también nuestros valientes en la primera línea y lucharon por la vida en otras naciones de América Latina y el Caribe, África, Europa. Fueron a aliviar el dolor físico y la angustia dondequiera que se les requirió, pese a la distancia, las diferencias culturales y a lo difícil de dejar atrás a la familia en un momento crítico.

Entonces se volvieron gigantes y pusieron conocimientos, habilidades y experiencia en función de lograr buenas prácticas y disminuir el margen de error, pues en las emergencias de salud la calidad de los cuidados y las pericia del personal hace una gran diferencia.

En este año el Día Internacional de la Enfermería tiene como lema “Una voz para liderar” porque a eso están llamadas las mujeres y los hombres de esta disciplina: a protagonizar procesos de investigación científica, docencia, asistencia y para lograrlo han de consolidar sus competencias y habilidades en virtud de contribuir al bienestar biológico, psicológico, social y espiritual de la persona, la familia y la comunidad.

Sirvan estas líneas llenas de admiración y respeto como el homenaje de Sierra Maestra a esos héroes y heroínas de la salud, fuerza de avanzada dentro de la práctica médica con la que tendremos siempre una deuda de gratitud.

Por la perseverancia en aliviar, acompañar y promover salud, ustedes convierten a la enfermería en la más sensible de las profesiones médicas.

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