También, porque en tiempos de crisis, de dificultades sin resolver y quejas sin respuestas se apela a los periodistas y a los medios de prensa, como vías expeditas para que los problemas viajen a los oídos de quienes son responsables de resolverlos; hasta ahí todo está bien, mediar entre la dirección administrativa y política del país y el pueblo, está entre nuestras funciones.

Las discrepancias comienzan cuando se nos atribuye la capacidad para resolver el problema, o la responsabilidad de que el entuerto en cuestión exista, le aseguro que eso pasa y mucho más de lo que pueda imaginarse, pues más de una vez he tenido que escuchar con paciencia las voces desesperadas, hirientes y hasta ofensivas de quienes, teléfono en mano o frente a frente nos exigen “resolver” lo que los aqueja.

Cuando eso sucede se generan otros fenómenos de dimensiones insospechadas, en primer lugar, lectores o lectoras insatisfechos, pérdida de credibilidad en los medios de prensa, la consiguiente desconfianza en nosotros y en las instituciones estatales, sin contar que existen quienes se deciden entonces por las Redes Sociales para tratar de encontrar oídos receptivos o para “hacer catarsis” como se dice popularmente.

Otro efecto de la mala percepción de la labor del periodista, es el que se nos genera como profesionales y seres humanos, pues afloran los dilemas que todos, padecemos cuando contrastamos la teoría con la práctica; en pocas palabras todos salimos de la universidad a “comernos el mundo” pero quien no fue capaz de adaptarse a la práctica social y profesional, resultó comido por la realidad, ¿me equivoco?

El diferendo entre lo que nuestros públicos necesitan que hagamos, lo que hacemos, lo que queremos hacer y lo que podemos hacer, sería más llevadero si comenzáramos por atribuir y exigir a cada parte lo que le toca. Seguramente le resultará familiar la siguiente situación: publicamos una información sea en Televisión, Radio, Periódico Impreso o web, y cuando no se ajusta a la realidad, las personas culpan al periodista sin darse cuenta de que en la información dice: dijo fulano de tal… comunicó la institución tal o más cual, explicó el director perencejo… sin embargo, a esas instituciones y personas nadie se dirige, toda la culpa es nuestra.

También es justo reconocer que nos falta mucho para que la realidad social se parezca más a lo que se publica en nuestros medios, para decirlo en términos técnicos: que se acerquen más la agenda pública a la agenda mediática; esa es una tarea pendiente y difícil de lograr en una sociedad en constante transformación y lesionada por las carencias que todos conocemos, en la que hay que escribir en el “filo de la navaja”, pues cualquier desliz es aprovechado para hacernos campañas.

Para bien de todas las partes, usted estará de acuerdo conmigo en que ya se están aproximando ambos intereses, cada vez hay más objetividad en las informaciones que se divulgan, hay más presencia de la opinión popular en los medios, hay periodistas más osados y consejos de redacción más valientes trabajando para lograr la armonía entre los sueños, la realidad y el periodismo.