“Desde pequeño me apasioné por estos trabajos- compartió con Sierra Maestra -, mi familia cuenta con tierras y finca ganadera. Con este ejemplo crecí, y me fue útil para con posterioridad vincularme al Centro Oriental de Ecosistemas y Biodiversidad (BIOECO), y sus proyectos de anidamiento de aves, la ruta de América, con los cuales aprendí de las plantas. También, de conjunto con el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA) realizábamos expediciones.
“Me quise superar en la especialidad de biología, pero terminé en arquitectura, y cuando se dio la oportunidad de adquirir fincas en usufructo, solicité una, donde me encuentro ya hace un año y medio”.
“El Oasis”, es el nombre de este lugar, ubicado en una antigua bufalina perteneciente al poblado de El Caney. Con sus manos, Darío transformó lo que antes era yerba, marabú y guatapaná: un sitio donde no se podía acceder, y era “total movimiento de tierra en el antiguo espacio de una presa para búfalos”, que rellenó con otra finalidad.
El proyecto de una finca ecológica va de la mano a su capacidad autodidacta para implementar con efectividad las técnicas de cultivo, y al amor que siente hacia las plantas: “Ellas perciben las energías y emociones del ser humano, porque también están vivas”.
Con ese mismo ímpetu ha cultivado maíz, calabaza, sábila, naranja, mandarina, zapote, aguacate de importación, y limón persa, para el cual ha viajado a la provincia productora de cítricos Ciego de Ávila, y traído las plantas más fuertes y resistentes en el tiempo.
Asimismo, implementó el césped español, que es comestible y preferido por el animal, además de su utilidad como cobertura natural en el mejoramiento de las condiciones físicas y biológicas del suelo, en función de conservante y del embellecimiento del ambiente, al crecer muy poco de tamaño.
Cuando narra sus proyectos, una chispa que contagia mueve el interior de este santiaguero. Habla de colocar una cerca, de instalar un sistema de comida personalizada, de 500 plantas de limón para instalar una cafetería de refresco natural en la carretera colindante, de contar con una vaca para contribuir a la economía del hogar, o de una micro presa en la recogida de agua natural, además de la instalación de un pozo con turbina.
Ingenia, en esta línea de tareas, la implementación de la siembra vertical: “obtenemos cultivos varios de las plantaciones normales, pero la vertical permite extraer de una hectárea de tierra, 5 ha de tomate.
“Visualizo cada 4 metros la fruta de maracuyá, y los jardines que lleven las lechugas u otros. Esta siembra se prepara en espacios construidos con madera, aserrín, tierra y maya negra, instalaciones que garantizan su duración por 6 años”. Asimismo, desea sembrar canteros con yerba buena, menta, albahaca y flores: todo con destino a la ciudad y la comunidad, que ya ve los beneficios con sus acciones.
Darío continúa diseñando su sueño, donde se aprecian helechos y palmas, taburetes y bancos con madera reutilizada, una cerca blanca, elegancia y tradición, naturaleza y arte para vivir en familia, paz y equilibrio, sustentabilidad e innovación, bienestar y desarrollo socioeconómico.
Otra de sus aficiones que se integran a la imagen futura de la finca “El Oasis”, está vinculada a su interés por los bonsáis, que son a su criterio “cuestión de matemáticas” y un “arte que se debe rescatar”: “He realizado hasta exposiciones en galerías con fotografías de este tipo de árboles, para lo cual me he vinculado a la Asociación de Artistas y Artesanos de Cuba (ACA)”.
El emprendedor ha sido también autor de muchas de las vallas, lumínicos y diseños de entidades estatales de la ciudad de Santiago que se aprecian en la cotidianidad. Su finca agroecológica demuestra que con él, y más de este tipo de iniciativas de jardinería en jóvenes, hay más belleza y productividad en el campo.