En el Reparto Oscar Lucero, radica este terreno liderado por Sonia Tur Torres, de 52 años, quien hace 16 transformó un espacio micro vertedero del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, en el lugar para que una fémina campesina y santiaguera crease con el esfuerzo de sus manos.

Hasta el embajador de Bélgica en el país, durante su visita oficial, el Excelentísimo Sr. Jean-Jacques Bastien le hizo sus honores a Sonia, al saber que en un mínimo espacio, hubiese tantas maravillas.

En apenas 0.5 hectáreas su obra se ha multiplicado, como si se tratasen de miles en extensión. Ella es promotora de las prácticas de Redes para una Agricultura Resiliente (redAR) -con impacto en el territorio y Guantánamo-, cuyo lema “un camino de equidad, innovación y conocimiento”, la hizo formar parte de las esencias del coloquio “Agricultura familiar para la soberanía alimentaria”.

Su mérito para potenciar la agricultura urbana y familiar, es el resultado de jornadas interminables:

Desde las 5:00 a.m. esta palmera nativa se levanta, con un orden corrido y sin descanso, pues siempre hay algo que hacer. Lo primero es una buena colada mañanera del oro negro, el café, “después la atención de los animales, y finalmente el área del campo”, detalló a Sierra Maestra. En efecto, a veces son las 8:00 p.m. y se oye una que otra expresión de los lugareños: “mujer, hasta cuándo vas a estar ahí”.

Pero ella no es de las que se rinden por un par de gotas de sudor en la frente: “Toda mi familia es del campo, y el único entrenamiento que tenía era con ellos y un terreno que contaba mi compañero de vida. He aprovechado toda la tierra, pese a que ya no tengo a mi esposo a mi lado. Es maravilloso estar aquí. El secreto es por dondequiera sembrar una matica.

“Tengo mango, anoncillo, cereza, fruta bomba, guayaba, guanábana, café, hortalizas, 19 variedades de plantas medicinales y ornamentales, y crío animales como el conejo, el puerco, el pato, el pollo y la codorniz, que se alimentan de lo que produzco con pienso orgánico.

“Este trabajo para mí es la vida misma, sin él no podría existir. Cuando falleció mi esposo lo abandoné un tiempo, pero luego lo tuve que retomar. Esto no mata, fortalece, es lo que gusta, saber que una cosecha va destinada a un niño, un enfermo, una embarazada….”

Expresión acertada, y durante los picos pandémicos de la Covid-19, Tur Torres nunca pensó que su hogar se iba a convertir en una farmacia mediante las plantas medicinales. “Las personas me buscan, y eso me enorgullece, el seguir haciendo cada día un poco más en la tierra”.

Sus principales cultivos son el plátano burro, el fongo y el guineo. Asimismo, realiza las ferias en su propia comunidad, y dona alimentos a féminas y pequeños, además de la entrega a la cooperativa de buenas cosechas de mango y guayaba. Ante una pregunta asomada con avidez de conocimiento, Sonia sentenció con la sabia verdad:

“No se necesita saber para trabajar la tierra, porque cuando tú haces algo con amor, y te lo propones, las plantas crecen con ese cariño”.