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Entre lo bueno y lo malo, lo justo

21 January 2023 Escrito por  Luis Alberto Portuondo Ortega

“Vestida como está va a acabar, será peor que la gallina, que niña más linda”- dijo una amiga de la madre de Melissa a la pequeña de apenas tres años.

Comparaciones como esa, y aún peores, se escuchan por doquier, incluso en ámbitos profesionales. Hemos llegado al punto que muchos suponen que el tonto es el que estudia y el bárbaro es quien hace todo tipo de fechorías.


Esa degeneración, no solo de la semántica del lenguaje sino de la propia sociedad, aunque multifacética, parte de lo individual (persona), pasa por lo colectivo (familia-comunidad-sociedad) y por los procesos de aprehensión de lo que es bueno y de lo que es malo.

La letra de muchos temas musicales, los bailes sensuales, la mentira -a la que a veces preferimos llamar piadosa- y muchísimos otros ejemplos, constituyen paradigmas para las nuevas generaciones porque tristemente han sido asimiladas por las presentes.

El relativismo que, sutilmente, debilita a la sociedad contemporánea (no hay verdades absolutas y las cosas son buenas o malas según la perspectiva) y el egoísmo (solo me importan yo y los míos) que endurece a la persona, jamás se pueden justificar con las situaciones de crisis y escasez que vivimos. El arraigado facilismo de culpar a otros por nuestros propios errores es, desde mi razonamiento, el principio del mal. He escuchado a padres decirles a sus hijos: -a quien te meta, métele-, -dime quién te hizo eso, para que veas lo que le va a pasar-, en muchas ocasiones consienten y no corrigen.

Me vienen a la mente las profundas exhortaciones del hombre de la Edad de Oro: “El niño ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecitas de hombre fuerte una flor para su amiga, o cuando lleva del brazo a su hermana, para que nadie se la ofenda”. Sabias palabras del Héroe que asumió a la Patria como “ara y no pedestal”.

La guerra contra las conductas inapropiadas no debe tener tregua. En un momento determinado en nuestra provincia se promovieron las multas morales para contrarrestar todas esas tendencias negativas desde la comunidad, de esas multas ya ni se habla y las entonces direcciones integrales de supervisión y las organizaciones poco hicieron.

Antes, en el 2013, el General de Ejército Raúl Castro dijo en la Asamblea Nacional del Poder Popular: “Hemos percibido con dolor, a lo largo de los más de 20 años de período especial, el acrecentado deterioro de valores morales y cívicos, como la honestidad, la decencia, la vergüenza, el decoro, la honradez y la sensibilidad ante los problemas de los demás (…) Conductas, antes propias de la marginalidad, como gritar a viva voz en plena calle, el uso indiscriminado de palabras obscenas y la chabacanería al hablar, han venido incorporándose al actuar de no pocos ciudadanos (…)

“Se ha afectado la percepción respecto al deber ciudadano ante lo mal hecho y se tolera como algo natural botar desechos en la vía; hacer necesidades fisiológicas en calles y parques; marcar y afear paredes de edificios o áreas urbanas; ingerir bebidas alcohólicas en lugares públicos inapropiados y conducir vehículos en estado de embriaguez; el irrespeto al derecho de los vecinos no se enfrenta, florece la música alta que perjudica el descanso de las personas”.

Jamás la mentira será verdad. Hitler quiso hacer de la supremacía aria un principio que provocó el holocausto. Si queremos conquistar, a la manera de José Martí toda la justicia, hay que meditar antes de hablar y de actuar para evitar las nefastas consecuencias que trae la tergiversación de lo bueno.

Cuán hermosa es la inocencia de un niño, la candidez de una jovencita y el respeto entre las personas con el fin de vivir, quieta y reposadamente, en sociedad.

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