El calificativo no es gratuito, ni se debe a la animosidad que provoca en los pueblos la arrogancia, prepotencia y su política desfasada de imponer sus criterios e intereses a otras naciones.
No, en este caso se debe a la decisión norteña de excluir del cónclave a Venezuela, Nicaragua y Cuba, lo cual despertó el rechazo de presidentes, organizaciones sociales y políticas, y pueblos del hemisferio y más allá.
El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, fue abanderado de esta determinación soberana, quien con dignidad y sentido de pertenencia latinoamericano dijo que si Washington no invitaba a todos los países de América, no asistiría a esa reunión de los mandatarios americanos, y así lo hizo.
Y qué se pretendía en esta IX Cumbre. El destacado analista político argentino, Atilio Borón, la definió entones así: “La Cumbre no tiene agenda, planes, proyectos, su único tema es perpetuar la exclusión de Cuba, Venezuela y Nicaragua, y nada más”, según reportó Cubadebate.
De esta forma, la representación de la sociedad civil contrarrevolucionaria, que ni siquiera vive en Cuba, hizo eco a las palabras de condena del presidente estadounidense Biden, quien calificó como “dictadura” a países progresistas de la región, que fue rechazado por representantes latinoamericanos.
Paralelamente, se celebró en los Ángeles y en las misma fecha, auspiciada por más de 200 organizaciones, sindicatos y movimientos sociales, la Cumbre de los Pueblos, definida por el presidente Díaz-Canel como “el verdadero evento político trascendental para nuestros pueblos”.
Allí, aunque los miembros de la sociedad civil cubana estuvieron impedidos de asistir, se escuchó su posición en la voz de los verdaderos representantes de los pueblos, que criticaron el bloqueo de Estados Unidos contra Cuba; la exclusión de la Cumbre de las Américas y la Cumbre de los Pueblos de países progresistas del hemisferio, y de la política exterior de Estados Unidos basada en sanciones, bloqueos y amenazas.
Contra lo que pretendían los halcones de USA, en los Ángeles tuvo lugar una verdadera batalla de ideas, donde imperó la inclusión contra la exclusión; la solidaridad contra el hegemonismo; el sentimiento de paz contra las ínfulas de dominio imperial; las ansias de progreso social contra el individualismo de la acumulación del capital. La IX Cumbre fue un fracaso anunciado.
Las ideas de la Doctrina Monroe, que están detrás de toda la política del imperialismo yanqui, no cabe en estos tiempos de luchas por la libertad, la soberanía y el desarrollo del ser humano.