Los diversos escenarios de esta última contienda resultaron tan elocuentes como incontables. Uno de ellos tuvo lugar por estos días, hace ahora 67 años (1955-2022), en esta rebelde y heroica Santiago, entonces capital del Oriente cubano, hecho que habría de marcar un hito por su trascendencia no solo en esta región, sino en todo el ámbito nacional.

El domingo 27 de noviembre de 1955 los dirigentes de la enseñanza media en la cuna de los Maceo, deciden, como en años anteriores, llevar a cabo un desfile dirigido a rendir tributo de recordación y homenaje a los 8 estudiantes de medicina, quienes luego de un injusto y amañado proceso judicial son fusilados en esta propia fecha, pero de 1871, en La Habana, por los colonialistas españoles asentados en nuestra isla, como régimen esclavista desde 1492.

El área escogida como punto de concentración y partida lo será ese día la emblemática Plaza de Marte, situada en el corazón urbano de esta urbe. Su culminación debe concluir en el parque Capdevila, así denominado en honor al capitán Federico Capdevila y Miñano, insigne defensor de aquellos estudiantes. Pero, cuando esa fuerza estudiantil se reúne, apoyada por jóvenes de diferentes estratos de
la sociedad santiaguera, el capitán Bonifacio Haza Grasso, Jefe en Santiago del odiado cuerpo de la Policía Nacional (PN) está impartiendo las órdenes pertinentes dirigidas a impedir a toda costa
dicha manifestación. A partir de este momento un alto número de agentes policiacos sale a la calle dispuesto a cumplir con esta labor de carácter represiva.

No había avanzado mucho el desfile cuando estos esbirros uniformados comienzan su “trabajo” golpeando con sus fustas a los manifestantes. El objetivo esencial lo es tratar de disolver este bloque humano y enardecido dispuesto a llevar a vías de hecho su avance hasta el sitio acordado. Y, ante la violenta agresión policiaca se produce un enfrentamiento cuerpo a cuerpo entre los genízaros del batistato y los manifestantes, mientras el impetuoso desplazamiento de estos no se detiene. Los jóvenes que marchan al frente llevan en hombros un simbólico ataúd y, encima del mismo, un retrato a creyón con la imagen del luchador revolucionario santiaguero Narciso Martínez Llanes, quien había sido públicamente detenido en su domicilio por agentes del cuerpo represivo el último 30 de julio, sin que este pudiera ser localizado en las horas, días y meses siguientes, a pesar de la intensa búsqueda practicada por familiares, amigos y miembros del MR-26-7, tanto en unidades policiacas, el cuartel Moncada, centros hospitalarios de la ciudad, incluso en el cementerio Santa Ifigenia… ¡Y nada! Su cuerpo nunca apareció. Deviene entonces este accionar estudiantil muestra de protesta, a la cual se suma el pueblo. No obstante, al alto número de jóvenes heridos por la fuerte golpiza de que han sido objeto a ultranza por la jauría batistiana resultan detenidos otros tantos de ellos que son conducidos al Vivac municipal.

Un combate frontal entre los defensores del gobierno golpista y los valientes hijos de Santiago pasa a recrudecerse cuando estos enfrentan los fustazos con puñetazos y empujones al enemigo.
Entonces los principales dirigentes del bloque deciden tomar el Ayuntamiento municipal, sede del Gobernador de la ciudad, hacia donde encaminan sus pasos. En este sitio los choques adquieren
matices superiores. La bárbara e inhumana violencia policiaca se incrementa sobremanera arrojando un alto índice de victimados ante los golpes recibidos y de detenidos, algo que exacerba el
caldeado ambiente de los santiagueros. Este acontecimiento local pasa a ser prontamente conocido en todo el país a través del sistema noticioso de la prensa plana y radioemisoras nacionales.

En las siguientes horas tiene lugar una amplia movilización del estudiantado de la enseñanza media y superior. La Federación Estudiantil Universitaria (FEU) en respuesta viril a esos hechos de
Santiago decreta un paro estudiantil por 72 horas. El presidente de la FEU, José Antonio Echeverría, convoca al estudiantado habanero a una reunión de tipo “relámpago” que se efectúa en la
mañana del 30 en el Salón de los Mártires de la Universidad. Con enérgicas palabras que entrañan una arenga combativa, este concluye expresando lo siguiente: “Tenemos que lanzarnos a la calle a protestar por los atropellos. Ha llegado el momento de ocupar el lugar que nos corresponde en la vanguardia de la lucha contra la dictadura”.

Este propio día en horas avanzadas de la tarde, la dirigencia estudiantil bayamesa procede a movilizar su alumnado en gesto de solidaridad con sus compañeros de Santiago. En consecuencia decide tomar y ocupar un importante centro docente bayamés: la Escuela del Hogar. Jóvenes estudiantes y otros de la misma localidad que apoyan la acción se aprovisionan de piedras como única arma defensiva a usar contra la esperada presencia hostil, primero de un piquete de policías y, sucesivamente de efectivos del cuerpo de la Guardia Rural, todos los cuales reciben en mayor o menor grado pedradas desde distintos ángulos. Los disparos de fusilería dejan un doloroso saldo casi al filo de la media noche y luego de varias horas de resistencia. Cuatro jóvenes resultan heridos de bala y un quinto sufre la fractura de mandíbula provocada por un culatazo de fusil de uno de estos esbirros. La soldadesca logra reducir a los amotinados y ocupar el local, siendo detenidos los principales líderes puestos a disposición del Tribunal de Urgencia de Santiago de Cuba.