Santiago de Cuba,

Fortaleza y ternura en Mariana Grajales

27 November 2022 Escrito por  Marta Gómez Ferrals

Este 27 de noviembre se conmemora el aniversario 129 del fallecimiento de Mariana Grajales -Kingston, Jamaica, 1893-, la patriota cubana cuya impronta se reverencia en nuestros días con el reconocimiento de ser amada como Madre de La Patria por sus connacionales agradecidos.

Murió pobre en medio de una vida muy modesta y con los achaques de una vejez venerable en la isla vecina adonde su hijo, el General Antonio y parte de su familia la llevaron, después de terminada con el Pacto del Zanjón la primera campaña por la independencia (1868-1878) y tras la valiente Protesta de Baraguá protagonizada por el mayor de sus vástagos, uno de los más brillantes guerreros y estrategas de la lucha libertaria.

En su hogar de Kingston la conoció el Apóstol José Martí, mientras iba y venía de manera incansable por varias naciones muchos años después de su partida de Cuba, mientras preparaba la Guerra Necesaria que arrancó en el 95.

Cuando supo de su deceso, escribió en el periódico Patria, el 12 de diciembre del mismo año, palabras tan hermosas que vale la pena recordarlas:

“Con su pañuelo de anciana a la cabeza, con los ojos de madre amorosa para el cubano desconocido, con fuego inextinguible, en la mirada y en el rostro todo, cuando se hablaba de las glorias de ayer, y de las esperanzas de hoy, vio Patria, hace poco tiempo, a la mujer de ochenta y cinco años que su pueblo entero, de ricos y pobres, de arrogantes y de humildes, de hijos de amo y de hijos de siervo, ha seguido a la tumba, a la tumba en tierra extraña. Murió en Jamaica el 27 de noviembre, Mariana Maceo”.

Y añadía: “No hay corazón de Cuba que deje de sentir todo lo que debe a esa viejita querida, a esa viejita que le acariciaba a usted las manos con tanta ternura. La mente se le iba ya del mucho vivir, pero de vez en cuando se iluminaba aquel rostro enérgico, como si diera en él un rayo de sol (...)

“Su marido y dos hijos murieron peleando por Cuba, y todos sabemos que de los pechos de ella bebieron Antonio y José Maceo las cualidades que los colocaron a la vanguardia de los defensores de nuestras libertades”.

Al margen de ciertas inexactitudes en algunas cifras, este testimonio martiano es otro de los tesoros que nos legara el Maestro, más, teniendo en cuenta la persona que lo inspirara.

Mujer de rectitud espartana, que renegaba públicamente de las lágrimas, y valentía bien probada en su larga trayectoria, Mariana Grajales no espantó jamás la ternura de las madres en el cuidado prolijo y puntilloso de sus hijos y en la vigilancia por el orden y la armonía del hogar.

Esas cualidades se acrisolaron cuando partió con su prole a la manigua donde se luchaba por la libertad a los pocos días del inicio de la primera guerra redentora, el 10 de octubre de 1868.

Era una persona madura y curtida por el trabajo y la maternidad fecunda, cuando ocurrió aquel acontecimiento. Pero en lo adelante sus acciones evidenciaron el crecimiento interior y la evolución político-social que ocurrió en ella, junto con la de numerosos compatriotas, sin ser detenida por su condición de mujer casada, en un mundo patriarcal, y mestiza, presumiblemente iletrada.

Había nacido en Santiago de Cuba el 12 de julio de 1815 y era hija de emigrantes dominicanos que tenían una posición desahogada dentro del campo cubano, donde residían en las cercanías del poblado de San Luis.

Desde su juventud la distinguió un proceder radical, basado en una educación ética y cristiana, a la usanza de aquellos tiempos. Los valores de la libertad e independencia también eran primordiales para la familia de origen y la creada en matrimonio, pues, aunque nunca conoció la esclavitud en carne propia vio sus crueldades muy de cerca e igual padeció efectos discriminatorios.

A los 15 años (1831) se casó con Fructuoso Regüeiferos, fundando su primera familia, en la que nacieron cuatro descendientes. Pero enviudó luego de nueve años. Tiempo después conoció a Marcos Maceo y se unió a él en 1843. Decidieron vivir en la finca propiedad de Marcos en Majaguabo, San Luis. Antonio, el primer fruto de este enlace, nació en 1845.

Luego vinieron al mundo José, Rafael, Miguel, Julio, Tomás y Marcos Maceo Grajales, además de tres niñas: Baldomera, Dominga y María Dolores. La última falleció al poco tiempo.

Todos sus descendientes tomaron parte en esa campaña, algo a lo cual su madre los había exhortado desde el principio, incluso bajo juramento ante la Cruz.

Su hijo Felipe cayó ante un pelotón de fusilamiento, en tanto Fermín murió en la acción de Cascorro. Le siguió Manuel, quien pereció en el combate de Santa Isabel; luego Justo fue capturado y ejecutado cerca de San Luis, Oriente.

El esposo, Marcos, feneció en combate en mayo de 1869, y algunos historiadores plantean que su muerte ocurrió meses después en un hospital de campaña de la Sierra Maestra.

Aunque el dolor destrozó su corazón muchas veces, se mantuvo erguida y altiva, animando a los dolientes que la rodeaban. Al terminar la primera campaña en 1878, solo sobrevivían cuatro de los hijos de Mariana, entre ellos Antonio y José, los más destacados y también Generales en la guerra del 95, en la cual ofrendaron ambos sus valiosas vidas.

Tuvo una historia muy propia esa imbatible patriota cubana. A raíz de los históricos acontecimientos del 68 no tardó, no lo pensó dos veces y partió a la manigua redentora, acompañada por su nuera María Cabrales, la esposa de Antonio, donde trabajó intensamente como enfermera improvisada ayudando a la cura y recuperación de los heridos.

Con esa función estuvo todo el tiempo cerca de los peligros, marchando sin quebrantos, más bien exhortando a los recuperados a volver a incorporarse al combate.

Cuentan que Mariana y María salieron para Jamaica en mayo de 1879. Allí, la venerable fundadora del clan heroico de los Maceo comenzó a pasar la vejez llena de dignidad, patriotismo y orgullo, hasta que murió a los 78 años.

Treinta abriles después sus restos pudieron finalmente ser repatriados y sepultados con honores en Santiago de Cuba.

A partir del 10 de octubre de 2017 las reliquias de la Madre de todos los cubanos, Mariana Grajales, reposan ante un nuevo monumento erigido en su honor y muy cerca de las tumbas sagradas de otras figuras legendarias: Carlos Manuel de Céspedes, José Martí y Fidel Castro.

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