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El secreto de Domitila

13 May 2022 Escrito por  Mayte García Tintoré

"Haz bien y no mires a quien; no ambiciones lo ajeno, no envidies, aleja los resentimientos y empéñate en ser feliz, en ponerle paz y amor a tu corazón. Esa es la fórmula".

Con estas palabras Domitila Rubio de Toro me despidió de su hogar, donde pasé una linda tarde de mayo, víspera de su cumpleaños. Sabios consejos en labios de quien ha tenido el privilegio de llegar a un siglo de vida; edad que se dice fácil, pero que encierra alegrías y tristezas, sinsabores y triunfos, glorias y añoranzas.

Escucharla fue como viajar en el tiempo; con ella conocí San José, en el costero municipio de Guamá, lugar donde echó raíces junto a su primer y único amor: Cosme Santiesteban, con quien compartió 67 años de matrimonio, y al que vio partir hacia la eternidad hace más de 10 años. Una pérdida que aún le duele.

"He trabajado duro toda mi vida, teníamos un sembrado y muchos animales, yo ordeñaba a diario hasta cinco vacas y en ocasiones había que enlazarlas porque eran ariscas. A la vez atendía a mi esposo, mis dos hijos, una tienda de víveres que él tenía, y otras tantas veces me tocaba el secadero de café.

"Siempre fui ama de casa, eso es verdad, pero de trabajo nadie puede hablarme. Amo el campo, la naturaleza y ese paraje de la geografía santiaguera que llevo en el corazón. Allí viví momentos inolvidables, otros difíciles, y sin duda me hice una Mariana de mi tiempo.

“Me siento orgullosa de haber ayudado al naciente Ejército Rebelde y de conocer al Comandante Almeida, en mi rancho tomó café y comió queso; era a la orilla del camino vecinal y una ruta obligada para los revolucionarios, a los que nunca les faltó el jarro de leche o el plato de comida. Tampoco a los caminantes que hacían de mi casita un punto de descanso, todos tenían asegurada el agua o un bocado caliente.

"Curé heridas, o al menos di los primeros auxilios a los rebeldes, siempre teníamos en casa medicinas, alcohol, algodón y gasa. La suerte era que mi esposo venía a la ciudad a proveerse de mercancías para vender en la bodega, por eso cuando algún combatiente paraba a descansar, se iba con provisiones para la tropa.

“No soy de vanagloriarme con lo hecho, pero te cuento que mi marido y yo ayudamos mucho a trasladar bonos del Movimiento 26 de Julio hacia estos lares. Usaba sayas muy anchas, largas y dentro llevaba una sayuela con la propaganda. Antes no había carretera, se cruzaba en lancha de Santiago hasta Río Seco y luego el resto del trayecto en animales por la Sierra. De ahí mi pasión por la Revolución, pues siento que también ayudé a construirla desde mi pedacito de tierra y con mi modesto esfuerzo.

“Otra historia que jamás olvido fue cuando el ciclón Flora, pues el río bordeaba la casa y comenzaba a entrar al batey, entonces con un cáñamo -como una soga- me amarraron por la cintura y con el agua casi al cuello, cruzamos todos y nos pusimos a salvo.

“Cuando mi esposo enfermó decidimos venir para la ciudad, y aquí tuve que empezar una nueva vida; aprendí a coser y a cuántas manualidades me enseñaron. A mis 100 años, si tú me enhebras la aguja dime qué quieres que te haga. También aprendí que una persona no envejece cuando se le arruga la piel, sino cuando se le arrugan los sueños y las esperanzas.

“Me incorporé al círculo de abuelos, perteneciente al combinado La Normal, del consejo popular Los Maceo, donde me acogieron con mucho amor, estuve casi 10 años hasta que llegó la Covid-19 y desde entonces no he podido volver; pero guardo un lindo recuerdo de cada actividad, excursión o paseos, hasta Guardalavaca nos fuimos…, aprecio mucho a todas sus integrantes que como María Jerez, siempre se preocupan por mi salud y bienestar”.

Ahora la vida de Domitila es más sosegada, entre libros, periódicos pasa sus horas, también de vez en cuando le da a los pedales de su máquina de coser, porque como dice ‘lo que bien se aprende nunca se olvida’. Es, además, una fabulosa comunicadora, con quien puedes estar hablando toda una tarde sin aburriste. Me confesó que le encanta bailar y que si le piden el menú, pues la comida favorita sería fricasé de ovejo, congrí y tostones.

Su tesoro, la familia creada y construida al lado de Cosme, su eterno amor: dos hijos, Roger y Olivia, dos nietos, dos bisnietos y una tataranieta.

Este 12 de mayo llegó a su centenario de vida, con una lucidez admirable, con una energía contagiosa. El secreto: saber que los años no te hacen más viejo sino más sabio; y que cada cumpleaños es solo el primer día, de otros 365 días de viaje alrededor del sol. Entonces, Disfruta tu nuevo viaje Domitila.

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