Savedra, quien comenzaría en artes plásticas, descubrió su pasión en los títeres en 1971, lo que le abriría las puertas a iniciar como actor en el Teatro Guiñol de Oriente, tras la experiencia de un aficionado, que con estudio, hoy se desempeña en la misma compañía como director.
El multipremiado, merecedor de la Distinción por la Cultura Nacional, la placa Heredia, y el premio que rememora y evoca a los actores bufos, Caricato 2004; cuenta que en el arte de las marionetas, no existe otro pacto que no sea el de divertir, entretener y educar al público.
Entre los momentos que más le emocionan de su amplia carrera artística se encuentran las idas a la Sierra Maestra y la emoción de los niños, que veían el objeto animado con vida propia y el asombro ante los aplausos del público, en las giras por Alemania, Checoslovaquia y Bulgaria en 1979, con la obra Papobo, donde la animación del elemento demostró que no existen idiomas en los títeres, ellos con su acción dramática dicen todo.
El también llamado teatro de muñecos, donde se manipula desde guantes, varillas o desde la sombra, es un arte que Savedra estreno hace poco, especialmente para los más pequeños, con Los Pecermanitos, una versión que puso en escena a partir del entremés Los cinco pescaditos y el rio revuelto, del dramaturgo Manuel Galich.
La ardua labor de quien tiene el don de avivar la fantasía y la imaginación, no se detiene cuando entre sus proyectos esta llevar a las tablas, la obra Tras la noche, de Cristian Medina, un vampiro joven que no quiere ser como es, a pesar de la tradición y la presión familiar, una noble enseñanza que delegara el entendimiento y respeto a las decisiones individuales de cada ser humano.