Su pasión por el arte fue infinita, así como inmenso fue su amor por el museo al que dedicó la vida. José Bofill Cayol fue el hombre determinado y culto que Emilio Bacardí eligió para desempeñar la labor de dirección del primer museo biblioteca de Cuba.
El joven Bofill realizó acciones conspirativas por lo que fue desterrado hacia Haití en 1897. A su regreso el Sr. Bacardí le propone la dirección del Museo Biblioteca Municipal de Santiago de Cuba, fundado el 12 de febrero de 1899.
Su labor durante 38 años en esta institución fue trascendental, pues no escapó a su ojo crítico ningún detalle importante como: las investigaciones correspondientes a cada pieza; su adecuada distribución en el espacio expositivo; el ordenamiento minucioso de documentos; el intercambio constante de informaciones; el cuidado y preservación de objetos y las tareas de animación.
Bofill se adelantó a su tiempo. Con una visión moderna diríamos que fue una suerte de museólogo, museógrafo, bibliotecario, investigador, conservador y promotor cultural aunadas en el director, celoso guardián de las reliquias del museo, quien poseía además trato afable y sensibilidad artística. No pudo Bacardí hacer mejor elección.
Influenciado por las enseñanzas del dibujo del maestro Antonio Vallejo, su mundo artístico estuvo también plagado de novedades. Diseñó y modeló figuras, edificios y monumentos como el realizado a José Martí y el medallón a Federico Capdevila; ilustró a la plumilla revistas, libros, periódicos; decoró vidrieras, carrozas, pedestales y tronos. Sin embargo, su línea de creación más importante fue en la técnica de la acuarela.
Eternizadas como testimonios del pasado, las estrechas calles adoquinadas, muros, balcones, techos de tejas criollas, campanarios, plazas e iglesias de su Santiago colonial. Considerado precursor de esta práctica por sus coetáneos.
Militó distinguidas sociedades. Recibió nombramientos que constituyen justo reconocimiento, como la Medalla Enrique José Varona y la Orden de Mérito Náutico, expuestas en nuestra institución.
Si bien hasta ahora había sido extraordinario su trabajo, no pensaron sus contemporáneos que en el rescate de una calle quedaría inmortalizado. Concibió en un lateral del museo un espacio para preservar valores patrimoniales de la ciudad, recreando una calle santiaguera del siglo XVIII.
Tras su muerte el 20 de octubre de 1946, esta área fue enriquecida con elementos representativos del siglo XIX y culminada por el entonces director Fernando Boytel Jambú. El sitio es identificado, desde entonces, con el nombre de “Callejón Bofill” y en su momento fue calificado por el Dr. Francisco Prat Puig como “el antecedente del Museo de Ambiente en Cuba”.
A las precedentes, y otras muchas obras que enaltecen la cultura cubana, el santiaguerísimo Don Pepe Bofill consagró su vida.