Santiago de Cuba,

Reinaldo Cedeño, mil voces

21 October 2022 Escrito por 
Cortesía del entrevistado

Entonces la palabra se abre paso: la ola golpea la roca y la gota salta al aire. El autor, atento al detalle, traza pinceladas que vibran como si tuviesen vida propia, atacan cual estocadas, recrean imágenes, vuelan. La obra lleva el sello de Reinaldo Cedeño Pineda y en efecto, hay arte en su perspectiva periodística, capaz de capturar esencias, fragmentos de realidad.

“El periodismo es como la vida y yo prefiero el difícil laboreo de lo cotidiano, llegó para marcarme como hierro candente”, dice de la profesión que le ha llevado a ejercer de Quijote por más de 30 años y a enfrentar algún que otro molino.

La literatura va de su mano y la poesía parece ser un ancla. Haber sido merecedor del Premio Latinoamericano de Crónicas y en dos ocasiones del Premio Nacional de Periodismo Cultural José Antonio Fernández de Castro, habla del alcance de su trayectoria, que sigue sumando proyectos e inquietudes.

Entre sus libros se hallan páginas de evocación cubana toda. Inquiero al escritor si en algún momento puede desprenderse de ese rol cuando la rutina se desliza, si logra dejarlo en segundo plano durante el recorrido casual, Cedeño certifica que es imposible, para él es “casi una obsesión” radiografiar el entorno con sus letras.

Imbuido en el atareo de Radio Siboney, emisora que lo atrapa desde hace ya dos décadas, habla de inspiraciones, atrevimientos, logros y lágrimas, de una vida dedicada a los medios.

Desfaciendo entuertos
“Cuando decidí ser periodista tenía una idea de lo que eso supone y por el camino he descubierto otra, no sé si más difícil, más hermosa, o si es las dos cosas a la vez. Desde temprana edad escribo porque tuve una madre maestra, pero en cuanto a la profesión, he ido desfaciendo entuertos, algunos van costando cosas, es así.

“Se encuentran situaciones inimaginables, una, otra, se enlazan como en un collar, lo importante no son las cuentas sino el hilo de la pasión que las une; siento esa misma pasión al hacer un trabajo en un barrio que cuando acudo a un estreno”, asegura.

Desde la “entrega absoluta” también escudriña historias espinosas que enfocan a la Cuba profunda, la toman por sorpresa y la exponen. “Algunas me salen al camino, otras las he ido buscando, pienso que son más importantes los latidos que los números, por eso he ido hacia ellas. Hay que revelar lo que no está visible pero duele, lo que se comenta, pero no se dice. Un periodista es mil voces, mil oídos y cuando ve un fenómeno, un dolor, una esperanza, una historia trunca tiene la responsabilidad de tocarla.

“Siempre me ha gustado lo pequeño, las personas que aparentemente son más simples, más modestas; tal vez sea porque vivo en un lugar pequeño o porque considero que la semilla tiene en su germen un bosque, entonces he ido a la semilla para ver qué planta nace de ese bosque”, explica.

El idilio que vive con la crónica -a su juicio- no es fácil de describir, pero lo intenta y en sus palabras lo encuentro rumiándola, cavilando ideas en plena caminata. “Es lo que está dentro del hecho, su atmósfera, esta concepción me ha sido útil en la radio ¿Cómo hacer sentir lo mismo que uno sintió? hay que construir con elementos artísticos y técnicos una campana imaginaria para ubicar al lector.
“La crónica no es un pastel, es un disparo, un rayo. Leí una vez en 'Un verano en Tenerife' de Dulce María Loynaz que un periodista va como la abeja a la flor; entonces un cronista es libador de esencias, de una flor a otra, la hojarasca se deja.

La “crónica” del Sierra Maestra...
Y en medio del Período Especial la pluma dio paso al pregón, al maní que no disfruta pero tuvo que vender, “en su momento fue tremendo, pero visto desde la distancia me alegro de haber pasado por eso, así aprendí que de los oficios más modestos también sacas lecciones, confraternicé con gente muy humilde que con su bondad es la que más te enseña. Pude hacer otras cosas, tuve propuestas de muchos tipos y a todas les dije que no. Con mi esfuerzo, con mis manos”, recuerda.

Aquel día se hallaba con un mazo de culantro en la mano, en las cercanías del Hotel Bayamo, justo en la calle Enramadas. Un encuentro con la periodista Betty Beatón vislumbró el camino hacia ‘el Sierra’, no había sido su sueño pero era una posibilidad. Cedeño habrá de escribirlo, seguro.

“Gracias a la gran Nereyda Barceló, ella me abrió las puertas, llegué después de una experiencia intensa en el periódico Venceremos. Encargarme de la página cultural fue un reto dificilísimo, a la par publicaba trabajos de temática social y algunas historias eran difíciles, efectivamente.

“Me recuerdo junto a José Emilio Oliveros Seisdedos y Elvira Orozco, de evento en evento, tratando de atrapar la realidad cultural de mi ciudad. Muchas veces dormí en la parada, rumbo a Boniato, pero sentía una enorme satisfacción cuando cumplía, cuando quedaba insatisfecho, moría. Iba todas las semanas a buscar el periódico para leerlo, era un ritual, respiraba cuando estaba bien.

“Tuve grandes compañeros con los que discutía los trabajos como Betty, Jorge García, Odalis Riquenes, confiaba y confío en Lupe, recuerdo a Gaínza siempre tan amable. Ha pasado tanto tiempo que parece un cuento lejano, el periódico me sirvió para crecerme ante las adversidades, en el sentido profesional y humano, allí tuve muchas alegrías, también algunas lágrimas.

“Salí un día y me dije: he dado todo lo que mis energías han podido, en medio de la Plaza de la Revolución decidí que era el momento de explorar otros caminos”, insiste en que pasar de lo escrito a lo radial fue un desafío extraordinario.

Cultura, periodismo y criterio
El periodismo cultural -según su definición- es criterio, ¿siente que deja plasmado el suyo propio con su obra?
“He tenido que arriesgarme, equivocarme, tratar de hacerlo de manera brillante, pero sin duda es una responsabilidad cuando se trata de la vida de un artista, por ejemplo Elena Burke, conocerla fue emocionante, en Rosita Fornés no vi a una vedette sino a un ser humano y toca eternizar esos momentos.

“A un evento no puedes ir a reportarlo y a escribir una frase conformista, vas a vivirlo. El periodista tiene que meterse en la piel del otro, no se trata de hacerlo correcto, se trata de hacerlo mejor. Exige concentración, estudio del hecho, aproximación, si no estás satisfecho conversar con personas que aporten elementos y poco a poco, con los años, vas adquiriendo un sedimento que permite emitir un juicio por tí mismo; no tiene por qué complacer a todas las personas pero es el tuyo, basado en argumentos.

“Creo en la forma, nunca me ha interesado el palo periodístico, me gusta más la reflexión que decirlo primero. En ese sentido, sí he podido ejercer el criterio que exige el periodismo cultural que es tratar de quitar la cáscara, atrapar el fuego y contaminar a la gente con la llama de lo que allí se produjo. La crítica cultural necesita pura creación, no la copia o la repetición.

“Cuando se entrevista hay que atrapar lo que no se dijo, lo que está detrás, ese es el género más difícil para mí, hacerle justicia a una vida que tiene marcas, fechas, nombres”, sostiene.

En sus memorias aparece aquella que hiciera a una actriz del Cabildo Teatral, a voz desnuda para Radio Siboney, luego regresa a Dulce María Loynaz, quien alguna vez le dijera que todo cuanto sabemos es sobre nosotros mismos. Lo ha tenido presente.

“He sido porfiado y tenazmente apegado a Santiago de Cuba, pero no a sus lomas sino a su gente. Es una ciudad ríspida, fuerte, la ciudad de los cuatro soles, pero su gente...su gente es capaz de darte un abrazo que estremece y de mirarte a los ojos en momentos difíciles, y para mí es una tierra sagrada porque aquí reposa mi madre.

“Las geografías no importan, sí lo que una persona pueda llegar a hacer, y en lo que yo he podido van mis historias, mis amigos, cuando tocas a un santiaguero tocas a un cubano”. Así, un Quijote ha ido atrapando al país desde su terruño, sorprendiéndose en sus andares cuando una metáfora en la que no reparó llega, conmueve, y en medio de su asombro, ha vuelto a leer lo que en su día escribiera para comprobar si como dicen, lo hizo bien.

 

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Irma Rivera Sánchez

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