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Escribe, periodista

27 August 2022 Escrito por 
Foto: Irma Rivera

Armado con una máquina de escribir en 'Braille' que parece “traída a Cuba por Cristóbal Colón”, Jorge García Orce inicia otra aventura literaria. Se sumerge en la idea y la hace florecer con un gancho para conquistar al lector; se detiene, debe usar una uña para borrar, luego encuentra la palabra precisa y sigue.

Confiesa que es difícil. Cuando la retinosis pigmentaria ganaba fuerzas estudió 'el Braille' de manera autodidacta. Fueron largas jornadas en la biblioteca Elvira Cape, construyendo un camino que lo mantuviera en ese mundo tan suyo, que ha sido fundamental en la adaptación a la vida como persona sordociega.

Entonces escribe, le dicta a alguien que lleva su obra al formato digital, no teme a los inconvenientes o al proceso espinoso, está creando. Así desborda su talento narrativo y publica cuanto puede, desde literatura infantil hasta ponencias, asegura querer hacerlo con mayor frecuencia en la prensa; advierto que -efectivamente- tiene el periodismo en las venas.

Hace más de 30 años iba Mayarí adentro, de noche, con una linterna en la mano, buscando esas historias que solo se encuentran entre la gente, cara a cara. Relata que el micrófono y los guiones nacidos a la luz de una 'mecha' fueron parte de ese “fogueo intenso” en la radio serrana. Una década después, como reportero en el Sierra Maestra, su mayor propósito fue la renovación constante.

“Siempre he tenido esa obsesión, escribir de una manera diferente, no con la meta de dejar un sello sino con la aspiración de crear algo nuevo, al colocar un título, al adentrarme en interioridades o temas escabrosos. El periodismo, sobre todo el escrito, tiene un inmenso compromiso con el presente: el de informar, pero también con el futuro, porque es parte de la memoria histórica.

¿Fue complejo adaptarse a las características del 'Sierra', algún trabajo suyo requirió un extra?

“Venía de una etapa en Radio 8SF que me hizo forzar mucho la vista, ya desde niño la tenía afectada. Allí hacía lo que pudiera llamarse un periodismo familiar, indagando y metiéndome en las casas. No fue difícil adaptarme, más bien tuve que acostumbrarme a disminuir la carga.

“¿Un extra?, casi todos, me sentaba delante de la cuartilla en blanco a sufrir porque aunque tuviera un comienzo prediseñado, pensaba: cómo sigo. Me pasa todavía, escribir es de las cosas más difíciles que existe, hay que cambiar los planes, innovar, a veces se logra, otras no, se trata de intentarlo.

“En ocasiones eso creaba contradicciones pero cuando me parecía que tenía un título o una oración filosa, era feliz porque sentía que aportaba. En la Redacción me satisfacía disentir del dogma, recuerdo que aquel era un lugar para crear, exquisito, con gente muy preparada.

“Pasábamos una mañana discutiendo si esta era la palabra o era mejor aquella. De cualquier manera, si el grupo está bien dirigido, por una persona talentosa que es capaz de conjugar todas las ideas e intereses, eso es maravilloso.

“Debía haber hecho más, estuve solo 10 años, ahora tengo la madurez para defender mejor mis ideas. La estancia en Sierra Maestra reafirmó que lo que aprendí de mis maestros era lo correcto, y fueron muchos: profesores y compañeros de la universidad, mi familia, la lectura, la vida.

Periodismo y Literatura, ¿dicotomía o dualidad?

“A la luz de los nuevos tiempos es una inevitabilidad. No es posible hacer un periodismo atractivo si no contiene elementos literarios, dramaturgia, un lenguaje sorprendente y brillante, más hoy que hay tantos 'periodistas' en la calle, personas con teléfonos que pueden escribir y desentenderse de la práctica tradicional, llena de congratulaciones y triunfalismos.

“El periodismo no puede ser ficción, pero tiene que elaborarse de una manera llamativa, como mismo se refleja la realidad desde el arte, ese es el gran desafío que tiene desde hace ya bastante tiempo. Lo primero es el sentido y el conocimiento de la profesión, así escribas a mano o en la computadora más moderna, lo más importante es tener oficio y creatividad.

“En Sierra Maestra pude escribir de todo, me gustaba el reportaje porque me permitía desarrollar esto que me preguntas”, explica.

En su momento, Jorge se hallaba escudriñando en las zonas rurales el material para 'el Turquino', explotando lo que aprendió de Eddy Gamboa Cuba, a quien considera su maestro en la radio. Hoy sus palabras reviven las exigencias de aquellos tiempos, la necesidad perenne de encauzar inquietudes y opiniones cualesquiera, atento a las enseñanzas de “los viejos” Rafael Carela Ramos y Orlando Guevara Núñez.

Desde ahí partían sus 'cruzadas', el trabajo incisivo que distinguió su prolífera etapa en el periódico. No sabe si aceptar esta calificación como un elogio o como una crítica, pero se reconoce a sí mismo cuestionando, tratando de contrastar perspectivas en la búsqueda del giro inesperado.

Dice haber estado en la flor durante esos años, hasta que la enfermedad apresuró el retiro, pero reflexiona: “creo que en la flor estoy ahora que mis ideas son más maduras, he mejorado la redacción y otras cuestiones relacionadas con la interpretación de la realidad, en la técnica.

“No puedo desprenderme del espíritu crítico, cuando escucho la radio es inevitable. La prensa me ha ayudado a sobrevivir a la sordoceguera, por la preparación que me proporcionó para analizar y socializar. Soy un resultado de eso, personalmente no tengo mérito, lo tienen las circunstancias y las personas con las cuales me relacioné en la vida.

“Estoy leyendo y mucho”, afirma y me invita a hacerlo. Pongo mis manos sobre la página en 'Braille' y descubro la combinación de puntos que narran la historia de 'El manuscrito carmesí', del español Antonio Gala, entonces Jorge revela la idea para su nuevo cuento, más cotidiano imposible porque nació de la experiencia en una cola. Ya lo escribe.

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Irma Rivera Sánchez

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